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Palabra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Feb201995

La muerte, vestida de verde olivo

20 de febrero de 1995

A la prensa nacional e internacional:

Al semanario nacional Proceso:

Al periódico nacional El Financiero:

Al periódico nacional La jornada:

Al periódico local de San Cristóbal de Las Casas, Tiempo:

Señores:

Van comunicados diversos. A ver pa’ cuándo y cómo. Por acá aprietan el frío y el cerco militar. El tabaco ya huele y duele a muerte. ¿Qué tal allá afuera? ¿Felices por los 20 mil millones de dólares? ¿Y quién los va a pagar?

Vale. Salud y una de esas alcancías de cochinito para guardar esperanzas del tamaño de un viejo centavo viejo (tan escasas unas como el otro).

Desde las montañas del Sureste mexicano

Subcomandante Insurgente Marcos

A CONTINUACIÓN NUESTRA GUSTADA SECCIÓN «LA POSDATA RECURRENTE EN LA TRANSGRESIÓN Y LA ILEGALIDAD».

P.D. que ríe y hace caracolitos al destinatario. Te falló esta vez, Esteban M. Guajardo. Guadalupe Tepeyac no fue Chinameca. Más suerte, más soldados y más cosas de varón para la próxima. ¿Y cuál es tu siguiente apuesta? ¿Vado del Yeso en el Jataté? ¿O la Quebrada del Yuro en Montes Azules?

P.D. que cuenta lo que leyó en el cuaderno del Sup el día 14 de febrero, día del amor y la amistad. Aquí voy, rompiéndome en pedazos y remendando cuerpo y alma a como dé lugar. Hoy se me rompió un pedazo de hombro. Se desprendió así nomás y sonó como rama seca bajo la bota. Apenas un track. Despuesito se escuchó el golpe seco y leve en el suelo. Lo levanté y lo acomodé a mi mejor entender de anatomía guerrillera, lo amarré con un bejuco y seguí caminando. Ayer fue un pedazo del muslo derecho el que se quebró y cayó. Yo no pierdo la esperanza de que un buen trozo de tan impertinente nariz se desprenda y me deje, así, con un perfil menos aerodinámico pero más manejable. No lo deseo porque quiera contradecir a la PGR empanizada y la historia del tampiqueño, sino porque así deformaría menos los pasamontañas.

Ayer día 13, la muerte, vestida de verde olivo, se llegó hasta 10 o 15 metros de donde estábamos. Yo le digo a Camilo que eran 20 metros pero, cuando se fueron los soldados, bajamos y contamos 10 metros exactos a donde cruzó la patrulla de federales. Ahora, como hace un año, cada segundo es un volado entre la vida y la muerte. Un águila o sol. Cae vida o cae muerte. Águila o sol. Como en esa película de Cantinflas con ¿Medel? donde cantan ésa de «Qué te falta mujer, qué te falta…» y Marcelo le explica a Cantinflas que «la mujer, desde nuestra madre Eva… porque en la primera conflagración mundial…» y el Cantinflas responde con que «una mujer es como una flor y a una flor se le riega, cuando uno la riega, pos la riega…»

Y, a pesar de Cantinflas, la moneda da vueltas en el aire y nosotros avanzando de a pasito, arrastrándonos, sin agua y sin comida pero con lodo y espinas que servirían para pagar el total de la deuda externa mexicana si se cotizaran en el mercado de valores. «Pero no se cotizan» me dice Camilo. «Nuestra sangre tampoco», agrega mi otro yo que, en lugar de mochila, carga su escepticismo por donde quiera y no parece estar cansado. Yo me doy cuenta de que se empiezan a embotar los sentidos. Ese día de la muerte a ¿10? metros estaba yo contra una roca, me fui recostando poco a poco, sin hacer ruido quité el seguro del arma y apunté a donde se escuchaban los ruidos. No pensaba, sólo parecía que sonaba el tiempo detenido en el dedo, en el gatillo. Sin miedo pero sin valentía. Como si estuviera viendo todo desde fuera, como si estuviera muy cansado, como si esta película ya la hubiera visto muchas veces antes, en la historia, en la vida, en la muerte. Embotado, digo yo. «Como máquina», dice mi otro yo. Camilo no dice nada, sólo murmura que eran 10 metros y 30 soldados y nosotros tres y que, según las altas matemáticas, nos venían tocando a 10 para cada uno y que, según las posibilidades, teníamos una de cada 10 para salir vivos. Camilo dice que hizo ese cálculo. Yo no calculé nada, sólo me vi con el dedo en el gatillo, inmóvil, como un solo fotograma repetido hasta la saciedad en una película sin fin. Camilo no estudió en Oxford ni en Massachussets (¿así se escribe?), apenas llegó al 2° grado de primaria en un poblado de la selva y las matemáticas las aprendió en la montaña. A mí, ahorita, se me está ocurriendo un albur buenísimo con eso del dedo en el gatillo… pero mi otro yo me dice que éste no es el momento para cachonderías…

¿Dije «hace un año»? Miento, fue hace más de un año. En enero. Hace un año, en febrero, estábamos en la Catedral de San Cristóbal de Las Casas hablando de paz. Hoy estamos en la selva y hablando de guerra. ¿Por qué? ¿Alguien puede preguntarle a ese señor por qué? ¿Por qué nos engañó? ¿Por qué fingió decisión de llegar a un acuerdo político justo y luego desató un terror que ya se le escapa de las manos?

Bueno, yo le platicaba, o más bien les platicaba a Camilo y a esa hoja del cuaderno cómo es que se van cayendo pedazos de cuerpo y no entiendo por qué y Camilo no me va a responder porque ya se quedó dormido en medio de este acahual y los helicópteros arriba y el «chac-chac-chac-chac» de las espadas encima nuestro y yo recuerdo que «chac» en tzotzil quiere decir «culo» y del «culo-culo-culo» de los helicópteros paso otra vez al cuaderno y mi otro yo me dice, mordisqueando mi pipa, «No tiene caso, nadie lo va a leer», y el cuaderno, en cambio, no dice nada, se deja hacer y me deja contarle cómo aparece en el cuerpo una grieta primero, y luego se ahonda y se desprende el pedazo y se cae y lo vuelvo a colocar y lo amarro con bejuco y no me duele. Pero no me preocupa eso, sino que me llegue a equivocar de lado… Por ejemplo ¿y si lo que va en el lado derecho lo pongo en el lado izquierdo o al revés? ¿Qué implicaciones políticas tendría esta equivocación? Claro, hasta ahora no ha sido problema, porque no se han caído partes de ambos lados al mismo tiempo… Mi otro yo se asoma al cuaderno para leer las últimas líneas y masculla «Nadie lo va a leer», y se voltea y pretende dormitar cuando los helicópteros ceden su lugar a los grillos.

Hoy es el día del amor y la amistad. Aquí no hay más amiga que la muerte ni más amor que el de su beso… mortal…

P.D. que prevé un reproche. De todas formas, más me valiera morirme en ésta, en lugar de tener que enfrentar algún día a la Eva y tratar de explicarle por qué no pude evacuar sus videocasettes de Bambi, El libro de la selva y Escuela de vagabundos con, ¿somebody doubts it?, Pedro Infante y Miroslava. La Eva dijo que Bambi es una ella, Heriberto dijo que es macho. La Eva argumentó que se veía que era hembra por los ojos. Heriberto dijo que macho por el cacho (cuernos). «Y, además, al final sale una su novia», remata el Heriberto que, como se ve, no es un niño sino un enano.

P.D. que, con el corazón roto, recuerda un gesto de desprecio. La Toñita también salió huyendo para las montañas. Llevaba unos zapatitos blancos y nuevos que le mandó alguna buena persona de algún lado. La Toñita llevó sus zapatitos en la mano. «¿Por qué no te los pones?», le pregunté después de recibir un gesto de rechazo a mi enésima solicitud de un beso. «Pos porque se enlodan», me respondió con esa lógica inapelable de niña de seis años en la selva Lacandona. No la he vuelto a ver…

P.D. que se ofrece de asesora del supremo gobierno. Yo, la posdata recurrente, le recomiendo al gobierno que ya retire la orden de captura en contra del Sup. Resulta que, desde que se sabe perseguido, el Sup está insoportable. Y no me refiero sólo a su obsesión por la muerte, resulta que ahora se cree que en verdad es Juan del Diablo y se la pasa diciéndonos que no nos preocupemos, que El Tuerto va a venir a salvarnos… Pero eso no es lo grave, lo peor es que no nos deja dormir platicándonos lo que piensa hacer cuando encuentre a la tal Mónica o a la tal Aimée. ¿Qué piensa hacer? Nada decoroso, créanmelo. Mi recato me impide entrar en detalles. Yo traté de desanimarlo diciéndole que esa telenovela ya había terminado hace mucho tiempo, pero él dijo que entonces iba a buscar a la Marimar. Yo le recordé lo del veto a Televisa y reviró con que entonces se iba a ir con las gatitas de Pourcel. Contrargumenté diciendo que Tv Azteca también pedía su cabeza (la del Sup), él murmuró algo así como «Algún día habrá una televisión objetiva en este país». Se fue quedando dormido, murmurando «Qué le vamos a hacer, aquí nos tocó morir, en la región más transparente del aire…» Yo le dije que sería «vivir», pero ya no me escuchó. Arriba el ruido de un avión militar y el Cinturón de Orión eran el único cobijo para su desvelo…

Vale de nuevo. Salud y una tonadita de recuerdo para esa canción de J. M. Serrat que termina diciendo:

No es que no vuelva porque me he olvidado, es que perdí el camino de regreso…

El Supdelincuente, transgresor y a salto de loma… Sub. Marcos

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