Plática con el Subcomandante Insurgente Marcos,
Guadalupe Tepeyac, Chiapas, 9 de febrero de 1995.
Hermann Bellinghausen, enviado, y Gloria Muñoz Ramírez, San Pedro de Michoacán, Chis., 10 de febrero. «Nos han estado engañando. Han estado haciendo tiempo para atacarnos en tiempo de seca, en tiempo de hambre. Lo que sigue, si no lo para nadie, es la guerra de guerrillas». Habla el subcomandante Marcos.
La mañana del 9 de febrero el líder guerrillero se presentó ante estos reporteros que habían acudido al poblado de Guadalupe Tepeyac en busca de una entrevista. «Hoy no hay entrevistas. Si quieren platicamos un rato, pero la entrevista ya la tengo comprometida con otro medio para la semana que entra».
El subcomandante Marcos se ve tranquilo, reflexivo. Lo acompaña, para variar el mayor Moisés. Sin ocultar el cansancio que delatan sus ojos por entre el pasamontañas, se muestra escéptico acerca de las posibilidades de un pronto diálogo con el gobierno.
El poblado se ve en calma. La vida cotidiana de las familias sigue su curso. La novedad es que los pavorreales se escaparon y los perros los persiguieron por todo el pueblo y les arrancaron las fastuosas plumas de la cola. Los columpios de la escuela rechinan al balanceo de media docena de niñas. Nadie sabe lo que se viene, pero Marcos expresa preocupación por las señales que reciben del gobierno.
«Tratan de amenazarnos con el aniquilamiento, pero ya les mandé decir que pueden proceder, que la rendición no está en nuestros planes».
La víspera habían visitado el poblado los enviados de la Comisión Nacional de Intermediación, como a eso del mediodía, y por la noche llegó un nuevo mensaje de la Presidencia. Marcos no se encontraba en esta zona, llegó exclusivamente para conocer los mensajes del gobierno. Por más que le insistimos, se niega a revelar el contenido de esas conversaciones. Su tema es otro. Insiste en referirse a la lucha de guerrillas y al costo que ésta tiene para los indígenas y para todo el país:
«Ya sueltas, las guerrillas tienen autonomía y para eso nos estamos preparando, porque eso dura mucho tiempo. Nos están llevando a una resistencia armada de largo plazo y de desgaste, a ver qué pasa».
Se entiende que el día 8 la Conai y el enviado del gobierno insistieron con la dirigencia zapatista acerca de la conveniencia de reiniciar el diálogo, así como en la voluntad política del Presidente de la República. Las operaciones policíacas en dos casas presuntamente zapatistas ya se habían echado a andar, según nos enteraríamos después. Adentro, al menos por lo que dejan ver, nadie sabe nada.
Durante esta breve plática, insiste en que ellos estarían dispuestos a reiniciar el diálogo, sólo que, dice, «no veo por dónde». La charla es intermitente, con pausas y largos silencios. Marcos camina de un lado a otro por entre la hierba; a ratos parece que ya se va, y como acostumbra hacerlo, sin despedirse, con las manos entrecruzadas a la espalda, fume y fume.
Trae un periódico en las manos, lo cual le da pie para comentar: «El discurso de Zedillo en Querétaro dio beligerancia a Robledo y a los finqueros, y dificulta la próxima entrevista, ya no por el incumplimiento de compromisos en Tabasco y Veracruz, sino indirectamente, por la situación de Chiapas. Yo creo que ya están pensando en romper el diálogo y tienen listo el operativo militar».
Y vuelve a la idea que parece obsesionarlo: «Nosotros no vamos a atacar, pero si ellos lo hacen… adiós».
Voltea hacia el mayor Moisés y le dice como si nosotros no estuviéramos presentes y se refirieran a algo que ya han estado platicando:
«Con la amenaza no nos vamos a sentar. Que el gobierno no se crea que si nos amenaza nos sentamos. Creen que estamos desesperados y no toman en cuenta que nos preparamos para esto ¿o qué, Moi?»
En ese momento nos da a entender que ya se van. «Una última pregunta», le decimos.
-¿Qué sigue?
-Si nos han estado engañando y nos atacan, yo creo que la gente va a entendernos y va a reaccionar. Sólo ellos pueden parar lo que se viene. Como quiera, nosotros vamos a estar en la montaña, resistiendo».
Marcos y Moisés se despiden. «Bueno ya que se salieron con su entrevista siquiera pongan que vamos a ganar ¿no?, que eso lo decimos nosotros, así nomás: que vamos a ganar».
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