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Palabra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Feb091995

El alzamiento zapatista hizo que aumentara el precio de la sangre indígena mexicana. Ayer valía menos que un ave de corral; hoy su muerte es la condición del préstamo de ignominia. 

Al semanario nacional Proceso,
Al periódico nacional El Financiero,
Al periódico nacional La Jornada,
Al periódico local de San Cristóbal de Las Casas Tiempo,
9 de Febrero de 1995.
Señores:

Va comunicado… postrero, a como se ven las cosas. El alzamiento zapatista hizo que aumentara el precio de la sangre indígena mexicana. Ayer valía menos que un ave de corral; hoy su muerte es la condición del préstamo de ignominia más grande de la historia mundial. El precio de la cabeza de los zapatistas es el único que se mantiene al alza en el sube y baja de la especulación financiera. El señor Zedillo inicia el pago del préstamo. Su mensaje es claro: o hablas con sumisión y de rodillas frente al supremo gobierno, o, con el aval de mis cómplices en el Congreso, te aniquilo. Ahora inventa una prueba de que nosotros no queremos el diálogo. ¿Su objetivo? Pagar el préstamo. Alguien debería decirle a ese señor quiénes son los zapatistas. No parece haber hablado nunca antes con personas dignas. Es un inexperto en tratar con seres humanos; sabe tratar con cifras, planes macroeconómicos, medios mentirosos y opositores sumisos, pero con seres humanos no. A ver si aprende antes de que se rompa todo.

El primer y más entusiasta aplauso al ultimátum de Querétaro, y al “espectacular golpe” del 9 de febrero fue de los grandes ganaderos y grandes comerciantes del sureste. Saben que sus ejércitos privados no tienen pantalones para enfrentar a los zapatistas; ahora esperan que el Ejército federal les haga el trabajo que antes hacían ellos sin tanta prensa encima: el asesinato masivo.

El supremo gobierno nos amenaza a nosotros…

A los zapatistas y no a quien es el principal responsable de la miseria presente y futura de millones de mexicanos, el desempleo, la baja en el nivel de ingresos, de la pérdida de la confianza en el supremo gobierno y sus “instituciones”.

A los zapatistas y no a quien, con los dineros del pueblo mexicano, viaja para vender su falacia económica en otros países.

A los zapatistas y no a los altos jerarcas de la Iglesia que, mientras nosotros comemos frijoles, chile y tortilla, y ellos grandes banquetes a la mesa, preguntan sobre el “oscuro” financiamiento del ezetaelene.

A los zapatistas y no a Hank González, a quien el Departamento de Estado norteamericano ya le sigue la pista en el lavado de dólares y en sus ligas con el narco. Lo que debiera hacer la justicia mexicana lo hará la estadunidense.

A los zapatistas y no a quienes supieron desde antes lo de la devaluación de diciembre y celebraron con champaña la flotación del peso (elegante forma de describir una caída estrepitosa).

A los zapatistas y no a quienes, en torno a la gran mentira de la bonanza salinista, tejieron la complicada red de caravanas teóricas y “brillantes” y “objetivos” análisis anexos para cantar alabanzas al macroengaño.

A los zapatistas y no a quienes en Chiapas, Tabasco, Veracruz, Tlaxcala, San Luis Potosí, Guanajuato, Jalisco, perpetraron antes, y preparan ahora, un fraude mayor al económico, el fraude a las esperanzas del tránsito pacífico a la democracia.

A los zapatistas y no a quienes violaron a las indígenas tzeltales en Altamirano.

A los zapatistas y no a quienes ejecutaron con un tiro de gracia a los combatientes insurgentes presos en el mercado de Ocosingo.

A los zapatistas y no a quienes, con la elegante aclaración de que no se usaron bombas, «rocketearon» poblaciones civiles en San Cristóbal, Los Altos y la Selva.

A los zapatistas y no a quienes utilizan perros de caza para perseguirlos.

A los zapatistas y no a quienes tasaron la sangre indígena, en la bolsa de valores chiapaneca, en un precio menor al de un pollo.

A los zapatistas y no a quienes se quedaron, para sus bolsillos, con el dinero de los «acuerdos de paz» de San Cristóbal.

A los zapatistas y no a quienes, desde la impunidad de una curul fraudulenta, violaron y violan la Constitución.

A los zapatistas y no a quienes son responsables de un crimen y ahora detentan el poder sobre las riquezas energéticas de México.

A los zapatistas y no a quienes fueron cómplices, activos o pasivos, en el mayor crimen desde Porfirio Díaz: el salinismo.

A los zapatistas y no a los que viven la “inseguridad” de un salario de miles de nuevos pesos mensuales a cambio del “agotador” ejercicio de levantar el dedo para aprobar ayer la venta de la patria y hoy el exterminio de los indígenas del sureste.

A los zapatistas y no al brazo político del crimen organizado y del narcotráfico que se atreve, además, a ostentar como insulto supremo, los colores de la bandera nacional en su escudo.

A los zapatistas y no al puñado de capitales norteamericanos que pagaron ya, por adelantado, la compra de la riqueza de nuestro subsuelo.

A los zapatistas y no a quienes, desde la tribuna de los medios masivos de comunicación, mintieron, mienten y mentirán a la Nación.

A los zapatistas y no a quienes, en enero de 1995, se presentaron en Suiza, frente al FMI, diciendo que “el presidente Salinas me ha instruido para… Perdón, el presidente Zedillo…” A los zapatistas y no a quienes, desde el BID y con sangre y vocación extranjeras, dirigen los destinos del país.

A los zapatistas y no a las guardias blancas.

A los zapatistas, a los hombres y mujeres que se alzaron en armas para no vivir ya más de rodillas y no a los que nos han sumido, por siglos, en la ignorancia, la miseria, la muerte, la desesperanza.

A los zapatistas, a los que decidieron dar su sangre en garantía de que nunca más hablarían con nadie bajo amenazas.

A los zapatistas, los más pequeños, los siempre olvidados, la carne destinada ayer a la muerte por diarrea, desnutrición, olvido, en los campos cafetaleros, las fincas, las calles, la montaña.

A los zapatistas, los más pequeños, los siempre olvidados, la carne destinada mañana a servir de polígono de prueba al moderno armamento de un ejército que, en lugar de defender la soberanía nacional y dirigir sus armas contra los traidores a la patria, apunta a sus hermanos de sangre, de suelo, de historia.

A los zapatistas, a los millonarios en promesas incumplidas, a los que se cubren el rostro para que sus hermanos de otras tierras puedan verlos. A los zapatistas, los del «para todos todo, nada para nosotros».

A los zapatistas, los que le enseñaron a los actuales gobernantes lo que no aprendieron en los posgrados en el extranjero y que ya no aparece en los libros de texto con los que deseducan a los niños mexicanos: lo que es la vergüenza, la dignidad de seres humanos, el amor a la patria y la historia.

A los zapatistas, los que, en medio de un país de frituras, artículos de importación, “grandes” logros macroeconómicos, ficticios primeros mundos y desesperanzas de cambio, repintaron, en el suelo y en el cielo de estas tierras, las seis letras que ya habían sido malbaratadas en el mercado internacional: México.

A los zapatistas, a los hombres, mujeres, niños y ancianos que (mucho antes de que quienes hoy usurpan la voluntad mexicana fueran un sueño siquiera en la sangre que les antecedió), habitan, viven y mueren estas tierras. A los que junto a otras sangres indígenas le dieron a este país, como escudo nacional, la imagen del águila devorando a una serpiente.

A los zapatistas, nosotros, ustedes, todos los que no son ellos…

Bueno, pase lo que pase, gracias por todo a todos. Si volviéramos atrás el reloj de la historia, ni un segundo dudaríamos en volver a hacer lo que hemos hecho. Una, mil veces, volveríamos a decir “¡Ya basta!” Vale. Salud y un abrazo fuerte, fuerte (para el frío y para no dejar que el olvido reine de nuevo).

Desde las montañas del sureste mexicano

Subcomandante Insurgente Marcos

México, febrero de 1995.

P.D. que aplaude a rabiar el nuevo “éxito” de la policía gubernamental: Escuché que ya descubrieron otro Marcos y que es tampiqueño. No suena mal, el puerto es bonito. Me acuerdo cuando estuve trabajando de sacaborrachos en un burdel de Ciudad Madero en la época en que La Quina hacía con la economía regional lo que Salinas hizo con la Bolsa de Valores: inyectarle dinero para ocultar la pobreza. Me fui del puerto porque la humedad me da sueño y los mariscos me lo quitan.

P.D. que no abandona, a pesar de las circunstancias, su narcisismo: Bueno, y a todo esto, ¿ese nuevo subcomandante Marcos sí es guapo? Es que últimamente me ponen puros feos y se me arruina toda la correspondencia femenina.

P.D. que cuenta el parque y el tiempo: Tengo 300 tiros, así que procuren traer más de 299 soldados y policías para agarrarme (dice la leyenda que no fallo. ¿Quieren averiguarlo?) ¿Por qué 299 si son 300 balas? Bueno, la última es para un servidor. Resulta que uno se encariña con cosas como ésa, y una bala parece ser el único consuelo para tan solitario pecho.

Vale de nuevo. Salud y ¿habrá un pedacito en el pecho de ella para un recuerdo? El sup retocándose con macabra coquetería el pasamontañas.

 

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