Entrevista al Comandante Tacho.
Hermann Bellinghausen, enviado, San Pedro de Michoacán, Chis., 29 de enero. En la loma que está al centro de Guadalupe Tepeyac los caballos pastan como en un cuadro de Gauguin, mucho verde y flores color naranja. En el terraplén, allá lejos, la cocina del destacamento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) echa humo y muestra un ir y venir de insurgentes y milicianos en el trajín del desayuno. Hace unos meses, el terraplén no servía más que de paso. Ahora le pusieron casas de madera, toldos, cobertizos para la leña, cubetas, tendederos, etcétera.
Las gallinas, que tarde o temprano acabarán en caldo, vagan por los patios. La Vero se ha vuelto una experta en corretearlas; no se le va una.
Ya va a ser hora de que pasen a darles de comer a los absurdos pavorreales que llegaron a la selva a vivir de adorno en una finca privada y acabaron, como el general Absalón Castellanos, presos en un pueblo de indios rebeldes.
Los pasos de San Pedro
San Pedro de Michoacán recibió su nombre el 14 de noviembre de 1994, a la vez que el concejo tomaba posesión, siendo las 15:24 horas de un lunes. Desde entonces la conducción ha corrido por cuenta de civiles elegidos en los pueblos. El comandante Tacho da a entender que es preferible dejar el gobierno en manos de la población.
Los miembros del concejo son campesinos de diferentes comunidades que trabajan como gobierno entre semana y regresan a su casa al final de la misma. No cobran, sólo el pasaje de los viajes. Esto, los que no regresan, como llegaron, a pie.
Algunos aspectos de trabajo comunitario, como el consejo de salud, no son nuevos:
Ya de por sí, dice el comandante Tacho, es un programa bastante desarrollado, con promotores preparados en las comunidades.
El consejo de salud no pertenece a la estructura del concejo municipal, «pero hay la intención de incorporarlo». Y sí, su presencia es palpable de continuo, como producto del proyecto «Mediana Maya».
Las demarcaciones de los «municipios» zapatistas fueron acordadas en asambleas con criterios en ocasiones regionales, en otras de tipo histórico. De San Pedro de Michoacán dice el comandante y miembro del Comité Clandestino Revolucionario Indígena (CCRI) del EZLN:
«Su territorio se definió para que fuera accesible desde Guadalupe Tepeyac, y lo mismo para que los compañeros se pudieran desplazar desde sus comunidades.»
Otro trabajo que espera a los concejos municipales es la localización de los límites precisos entre municipios. Algunas cabeceras municipales, por ejemplo, todavía no están bien establecidas.
Junto con Amparo Agua Tinta, San Pedro Guadalupe Tepeyac es el nuevo municipio del «estado rebelde» de Chiapas con estructura más consolidada y en funciones. Sencillas y tan complicadas como son siempre las funciones municipales, otros lugares, como el vecino «Libertad de los Pueblos Mayas», aún están definiendo las tareas específicas.
Dice el comandante Tacho:
«Si ya hay experiencia con un territorio más grande, éste que está más pequeño será más fácil.»
Se refiere al hecho de que, a partir de enero de 1994, se «gobernó» en una amplia zona de la selva como parte de la estructura del Comité Clandestino Revolucionario Indígena que, desde esa fecha y hasta ahora gobierna o cogobierna en la mayor parte de la selva Lacandona.
Otra vez la loma
En la misma loma de los caballos, al caer la tarde se reúnen, relajadamente, unos 25 hombres y desde allí, entre pláticas entrecortadas, le echan una mirada al pueblo. Lo ven todo. Llegan cinco milicianos, gente similar a ellos pero con uniforme. En conjunto son asamblea y deliberan.
Como ha estado seco el tiempo, los caminos de lodo son sólidas pistas de slalom agujeradas uniformemente como en el Submarino amarillo.
La gente se desplaza en el pueblo en grupos; pandillas de niños o niñas, rara vez revueltos; viajantes con su mochila y sus tambos que desfilan por las calles y se instalan en un ala de la escuela.
«El cerro está alto», dice uno, como si lo lamentara. Viene llegando de Zapata y va más lejos. Aquí pasarán la noche él y sus compañeros.
Un enjambre de chavitos se aplasta en la terraza del hospital rural en torno a una bicicleta tirada. Algo traman o platican o juegan. Han de ser unos quince, sospechosamente tranquilos.
Las muchachas, que aquí se dan bravas, apoyan los codos en un barandal de la misma terraza del nosocomio y controlan con la vista las entradas y salidas, lo cual les proporciona un tema de conversación. Hablan como jícaras descarapeladas echando agua. Se avecina la noche.
Regresan de la faena grupos de campesinos. Grupos de mujeres y bebés ocupan con sus bultos por un momento la escena. Hay un cielo azul enrojecido por nubes que distorsionan como imagen de video, o como bañadas por el vapor engañoso del desierto. Arañas en las cocinas y resplandores opacos por el humo.
Curioso el destino de este lugar, Guadalupe Tepeyac, sede de Aguascalientes, de las emanaciones mediáticas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, pueblo creado a imagen y semejanza de sí mismo, bien plantado, de población amable y altiva. Ha sido un punto clave el itinerario de la paz, el lugar de encuentro de la sociedad civil del país con los zapatistas. Desde aquí se han fraguado opciones que no son la guerra.
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