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Palabra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Feb012003

Diciembre: Distrito Federal, la duodécima estela (Imagen Primera: la ciudad entre el espejismo y la realidad). 

EJÉRCITO ZAPATISTA DE LIBERACIÓN NACIONAL.
MÉXICO.

 

Calendario de la resistencia

DICIEMBRE: DISTRITO FEDERAL, LA DUODECIMA ESTELA

(Imagen Primera: la ciudad entre el espejismo y la realidad)

Es de nuevo madrugada cuando la mano y la mirada tocan el calendario. Arriba se lee «Diciembre» y abajo «México Distrito Federal».

No sin trabajos, nube y piedra ascienden de la tierra de Zapata hasta los límites del Distrito Federal. El frío de la madrugada las saluda cuando llegan a Malacachtepec Momozco, que es como los antiguos llamaron a Milpa Alta. La rebelde resistencia de los pobladores de estas tierras logró que, en 1529, la Real Audiencia reconociera sus propiedades comunales y su derecho a elegir gobernantes. La historia de lucha se alargó hasta 1914, cuando los zapatistas ratifican el Plan de Ayala en el cuartel de Oztotepec, y sigue. Ambicionadas por los poderosos, estas tierras han sido defendidas por sus habitantes a lo largo de todo el siglo XX. Y el amanecer del siglo XXI alumbra a los milpaltenses haciendo lo mismo que hace 500 años: resistiendo.

Organizados en torno a la Representación de Bienes Comunales de Milpa Alta y Pueblos Anexos, los pobladores de esta zona han formado el Frente Contra la Imposición y el Despojo de las Tierras. De la mano y la palabra del representante comunal de más de 80 años, don Julián, camina la sabiduría de los más anteriores que reiteran dos banderas: resistencia y rebeldía. Así, los milpaltenses repiten la historia de resistencia frente a la corona española y recuerdan, sin nombrarlo, al recientemente fallecido Ramiro Taboada y a la Alianza de Pueblos del Anáhuac.

El despojo de tierras es algo que une a Milpa Alta con buena parte de la periferia de la ciudad de México. Aquí y en todo el flanco poniente de la ciudad se resiente la voracidad de quienes son Poder. El gobierno de la ciudad insiste en superponer sus consejos vecinales (de lógica urbana) a las estructuras comunales (de lógica campesina indígena). Lo ajeno a la comunidad es siempre extranjero, aunque el acta de nacimiento diga lo contrario.

Siguiendo la sierra de Chichinautzin y el trazo de la carretera que golpea y divide los pueblos de San Mateo Tlaltenango, Santa Rosa Xochiac, San Bartolo Ameyalco, San Nicolás Totolapan, Ajusco y Contreras, para unir el Colegio Militar con Cuajimalpa, la piedra llega a esta última. Cuauximalpan o Cuajimalpa alberga el llamado Desierto de los Leones y el Bosque del Cedral. Este bosque cuenta con 331 mil 443 metros cuadrados y fue comprado en 1982 por Emilio Azcárraga Milmo, Guillermo Cañedo de la Bárcena y Guillermo Barroso Chávez, entre otros, por la cantidad de 16 y medio millones de pesos. A pesar de que la ley prohíbe las construcciones con fines de lucro, quienes son gobierno la tuercen para favorecer a los empresarios.

En los planes del dinero, el poniente del Distrito Federal será la sede de su sueño: vivir en una ciudad norteamericana. ¿Su nombre? Santa Fe. Así que los espacios cercanos a esa metrópoli del futuro valen oro… Bueno, más bien dólares, porque en Cuajimalpa los terrenos no se venden en pesos sino en dólares. La nube se detiene frente a un letrero que anuncia un departamento a precio de ganga: sólo vale 400 mil dólares.

La estrategia de despojo envuelve al Distrito Federal. Es la lógica del dinero la que está destruyendo y reconstruyendo el entorno, como en una guerra. Cuajimalpa, Huixquilucan, La Marquesa, Toluca, Atizapán, San Salvador Atenco. ¿Le suenan los nombres? Tienen como común denominador la guerra del capital para conquistar esos territorios, pero también la resistencia y la rebeldía de quienes se oponen a la destrucción.

En el norte, en la colonia Progreso, proyectos de urbanización y ejes viales expulsan a los pobladores. En Azcapotzalco, la delegada llamada Saldaña y perteneciente al PAN (ella, sin ninguna pena, declara que «tratar con la chusma le provoca migraña») sacrifica obras sociales para poder gastar más en las campañas electorales y hace del nepotismo su programa de gobierno. Demostrando que puede emular a los priístas, la delegada condiciona la regularización del comercio informal a la afiliación al Partido Acción Nacional. Además, toda la delegación está siendo reordenada para que las industrias (y no los habitantes) cuenten con todas las facilidades. El antiguo rastro de Ferrería se convertirá en parque industrial para maquiladoras; las vialidades se remodelan para favorecer a estas plantas industriales; la empresa Metrogas amenaza de muerte a vecinas de la colonia Nueva Santa Marta que expresaban dudas sobre la seguridad y eficiencia del servicio que pretende imponérseles; los ejidatarios de San Juan Tlilhuaca resisten al robo de sus tierras; en la Unidad Cuitláhuac y en la Unidad Pantaco, los ex ferrocarrileros se organizan para evitar el desalojo.

Vuela alto la nube para mejor mirar la ciudad de México, ahora llamada «la ciudad de la esperanza». Sí, pero la esperanza de Andrés Manuel López Obrador, la esperanza de llegar a la Presidencia de la República en el 2006.

Aunque se supone que faltan tres años para las elecciones presidenciales, las campañas para el 2006 iniciaron el día en que Jorge Castañeda G. renunció a la Secretaría de Relaciones Exteriores y se fue «a la sociedad civil». El señor Castañeda apostó a obtener del gobierno estadunidense el visto bueno a su candidatura. La «prueba de amor» fue el viraje radical en la política exterior, particularmente en lo que se refiere a Cuba. Después del «affaire Monterrey», los gringos se mostraron más que satisfechos y Castañeda recibió la recomendación de salirse del gabinete para no someterse más al desgaste. Desde afuera puede repetir el camino de Fox: llegar a Los Pinos sin un partido político, pero con amigos como Elba Esther Gordillo y, of course, el señor Garza, embajador de Estados Unidos en México.

Casi en forma paralela arrancó Marta Sahagún de Fox, quien ahora se encuentra en una reñida competencia… entre su ambición y su torpeza, ambas son ya parte de la picardía mexicana y, es seguro, harán leyenda. Lo que sea de cada quien, la señora Sahagún ya tiene, además de mal gusto para vestir, un programa de gobierno: convertir a 80 millones de mexicanos en limosneros agradecidos.

Aún haciendo cuentas está La Coyota, Diego Fernández de Cevallos. Aunque desde los tiempos de Salinas de Gortari ha vivido en Los Pinos, La Coyota hace cálculos monetarios sobre la rentabilidad de estar en el Poder o detrás de él. Mientras, con la misma indecisión con la que enfrenta su guardarropa cada mañana, el «psicópata mexicano», Santiago Creel, deshoja una margarita que nadie le ha ofrecido.

Muy lejos, y aún en la línea de arranque, se encuentran: Pablo Salazar M., en Chiapas; Miguel Alemán Velasco en Veracruz (quien, falto de luces, pensó que lo de poner «Valdés» en la carta era un error, cuando en realidad era una delicadeza -porque era mejor mentarle el padre y no la madre-); Murat en Oaxaca, y Monreal en Zacatecas.

¿Madrazo Pintado? Acaso apenas se esté dando cuenta de que preside un partido que ya no existe más (cuando menos ya no como antes, por eso recurre continuamente a la nostalgia en sus discursos), y además no tiene tiempo de ocuparse de sus contrincantes, pues debe vigilar los arrumacos descarados que su secretaria general le prodiga a la primera dama.

¿Qué? ¿Le parece que «la caballada está flaca»? No se sorprenda. La gran lección del proceso electoral de 1994 (cuando Zedillo llegó a la Presidencia) es que cualquier imbécil puede ser titular del Ejecutivo federal.

A diferencia de todos sus contrincantes actuales, López Obrador tiene en su haber el porvenir de un movimiento social. Conocedor de cómo surgen estos movimientos, qué los alienta y a qué aspiran sus dirigentes, López Obrador conoce también los mecanismos para cooptarlos y controlarlos.

Hombre extraordinariamente hábil y pragmático, López Obrador ha concebido (al igual que en su tiempo Cárdenas Solórzano) la jefatura del Gobierno del Distrito Federal como trampolín para la silla presidencial. Pero hay una diferencia fundamental respecto a Cárdenas: López Obrador gobierna, y gobernando construye alianzas y pactos, coopta o destruye críticas y oposiciones, cultiva contactos, halaga pensamientos que pudieran cuestionarlo y, sobre todo, hace méritos para convencer al gran elector: el poder del dinero.

Al frente del gobierno de la ciudad de México, López Obrador está demostrando que una de las artes de la política moderna, el arte de la simulación, puede ser todavía efectiva. Sobre todo si se tienen cómplices tan eficientes como sus rivales: Fox y el PAN. Si nadie recuerda el falaz ofrecimiento electoral de López Obrador («por el bien de todos, primero los pobres»), es porque las mentiras de Fox no dejan espacio para nada más.

Viejo zorro, López Obrador contempla a distancia la carnicería que se da al interior del PRD. Sabe que un partido político débil es un partido que no puede ponerse exigente. Y no sólo eso, cobijados en la imagen de López Obrador, los candidatos perredistas tienen más debes que haberes en las cuentas por venir.

¿El PAN?, bueno, ya sólo el PRI lo iguala en su nula capacidad de movilización y resistencia. Incapaz de oponerse desde abajo (los jefes panistas de delegaciones acaban de descubrir que no pueden hacer «cacerolismo» de masas, porque sus «bases» usan hornos de microondas), el PAN ha recurrido a los escándalos en la prensa (que ya le dieron buenos resultados frente a Rosario Robles, cuando ésta sucedió a Cárdenas en el gobierno del Distrito Federal). Sin embargo, bueno para aprender de todos lados -incluso de sus críticos y opositores-, López Obrador ha resistido los embates mediáticos y dosifica sus palabras y sus silencios.

Además ha descubierto algo que ha escapado a todos los «analistas políticos», a saber, que las campañas de desprestigio en los medios alcanzan un punto máximo, pasado el cual se convierten, sin quererlo, en campañas de promoción involuntaria.

Mientras sus detractores concentraban sus esfuerzos en la prensa, López Obrador echó mano del antiguo andamiaje corporativo del PRI en el Distrito Federal, y lo «reorientó» con un plusvalor: la incorporación del Movimiento Urbano Popular, aquel que en algún momento hizo temblar a los señores del dinero y que hoy, dócilmente, hace cola para una candidatura que, basta verlo, no llegará.

En paciente espera, en la sede del Poder del Dinero hay una balanza romana. En uno de los platillos está la Presidencia de México. El otro está vacío. Quienes quieran comprar el puesto de Ejecutivo federal deben poner en el platillo vacío algo que lo iguale o supere en peso.

Si Jorge Castañeda G. puso en la balanza la solidaridad con Cuba y la política exterior mexicana entera, Marta Sahagún de Fox la fuerza del clero reaccionario y La Coyota Fernández de Cevallos el poder del narcotráfico, López Obrador ha colocado en el platillo a la ciudad más grande del mundo.

El poder que realmente vale en la política moderna, el poder del dinero, no ha decidido todavía. Pero no porque dude. Es porque está todavía haciendo cuentas…

Sigue su vuelo la nube. Allá abajo se ve la colonia Guerrero. Ahí, el 3 de agosto de 1911 nació el maestro Manuel Esperón, que no sólo creó la canción No volveré, sino que confeccionó muchas de las mejores canciones de Pedro Infante (y Jorge Negrete), entre ellas Amorcito corazón, que todavía se silba en las carpinterías de la ciudad de México. Con Enrique Granados, Ernesto Cortázar y Octavio Paz, el maestro Manuel Esperón compuso la música de una película en 1943, producida por Aguila Films y Oscar Dancigers, dirigida por Jaime Salvador, y con Jorge Negrete, María Elena Márquez, Julio Villarreal, Federico Piñeiro, Miguel Angel Freís y Felipe Montoya como actores principales. ¿El título? El rebelde.

Con ese título, y saldada una deuda de honor, nube y piedra toman altura para asomarse a otras partes de la ciudad de México.

Esta ciudad ofrece un espejismo. Parece habitada sólo por automóviles fastidiados; centros comerciales asépticos; noticieros que se debaten entre la mentira y el escándalo fácil (aunque algunos los sintetizan); programas de televisión que premian el ridículo en horario triple A; raudos convoyes repletos de guardaespaldas trasladando funcionarios o magnates que no van a ninguna parte, pero se mueven porque consideran necesario recordarle a la ciudad que existen.

La ciudad de México. Una multitud de ciudades en tránsito a otras ciudades (a ratos propias y siempre ajenas). Una ciudad que ha perdido su capacidad de asombro ante el cinismo y la corrupción. Una ciudad a la que, sin embargo, la madrugada sigue sorprendiendo desnuda. Una ciudad a la que todos han querido domar, domesticar, matar. Y que, sin embargo, continúa rebelde, indómita, impredecible. Porque esta ciudad tiene la virtud de tener el sueño ligero. Y rápido despierta si la desgracia propia o la ajena enturbian los días y las noches que los espejismos escamotean.

Pero ahora, a esta hora de la madrugada, parece vacía…

¿Dónde están quienes la hacen caminar? ¿Dónde están quienes la alimentan, le dan luz, color, ritmo, vida?

¿Dónde se encuentran los hermanos y hermanas que, generosos e incondicionales, voltearon el corazón y la mirada a quienes, como ellos y ellas, son el color que son de la tierra? ¿Dónde están quienes en aquel Zócalo de marzo de 2001 escucharon aquello de «No permitas que vuelva a amanecer sin que esa bandera tenga un lugar para quienes somos el color de la tierra»?

¿Dónde quedó la ciudad rebelde y solidaria?

¿Dónde los movimientos sociales que acuerpaban y cobijaban las resistencias y rebeldías que surgían en todas partes del México de abajo?

¿Dónde está la gente humilde que, teniendo poco, da todo al que lo necesita?

Busca la nube y busca la piedra. Buscan y, buscando, encuentran. Dispersas y fragmentadas, no porque sea su destino, sino porque así nacen, la rebeldía y la resistencia están cobijadas en quienes, siendo abajo, no cuentan para quienes arriba son.

Es difícil orientarse, pero viendo arriba y viendo abajo, piedra y nube aprenden a distinguir entre las luces y los meros reflejos que regala un charco de agua sucia.

Esa luz aún pálida, por ejemplo, se esfuerza en construir una alternativa cultural que, por definición, es crítica y construye sus preguntas con ingenio e imaginación. Y son muchos sus colores. Desde el arcoiris que, a veces con el ropaje del Hábito, reivindica no sólo la libre preferencia sexual, también el derecho a ser sin máscaras ni clósets; hasta quienes juntan el Machete y el Arte para dar voz y oído a los marginados; pasando por los grupos y espacios culturales que, fuera de los circuitos oficiales, ejercen el viejo y olvidado derecho de aprender y enseñar divirtiendo y conviviendo, como en aquel multiforo donde Alicia nos contempla a través del espejo.

Ya es de noche en la ciudad.

Una voz anónima declama en una esquina: «En el inicio fue la palabra y la palabra se hizo verbo y, para mejor andar el mundo, el verbo se hizo… rock and roll» y entonces, a falta de guitarra, el declamador sin maestro ni público requintea el chicle con los dientes y ahora se distingue perfectamente la «tonelada» de ésa que dice «Papa was a rolling stone». Y contoneándose con un ritmo que ya quisieran en cualquier table-dance, «like a rolling stone», nube y piedra siguen buscando y encuentran más luces.

Allá, escapando continuamente a esquemas y presupuestos, los jóvenes hacen de su atuendo, su baile y su hablar un performance continuo que reitera la rebeldía. Y ahí están los darketos, los banda, los punks, los skins, los metaleros, los skateros, los tecnos, los roqueros, los muchos nombres con los que los jóvenes se visten. Y así defienden una identidad que les es arrebatada por una sociedad que criminaliza, más que la vestimenta o el corte y el color del cabello, la edad.

Y hablando de jóvenes y de rebeldía, allá están las luces de la UNAM, la UAM, la ENAH, el Poli, la UPN. Como adoloridas están, como heridas. Como olvidadas sí, pero no derrotadas. Apenas un «pérame güey me cai que no manches porque nomás naranjas podridas, y tomar aire, y si alcanza el varo, pos una torta y un refresco y a darle compañeros y pido la palabra y resulta que la mesa, nomás por joder, la concede sin moción alguna y es increíble pero todos parecen estar escuchando y entonces un joven sin rebeldía es, ¿cómo te diré mano?… mmh… ¿como un baile sin música?… ¿como una torta sin jamón?… ¿como una mesa sin asamblea?… ¿como un volante sin causa que le dé vida?… ¿como un mitin sin banderas?… ¿o, mejor aún, como un libro sin nadie que lo lea, lo subraye, le haga el resumen – y – crítica – personal – máximo – dos – cuartillas – arriba – su – nombre – y – número – de – cuenta – y – ahora – nos – vamos – o – nos – venimos – a – la – página – 69 – porque – cada – quien – su – modo – o – qué…?»

Los jóvenes, que para el sistema son basura reciclable cada periodo electoral. Los jóvenes, que cargan, como credencial de identificación, su desconfianza. Los jóvenes, que se niegan a comprar la vida con la falsa moneda del cinismo. Los jóvenes, carne de presidio, de redada, de golpes, de violaciones, de desprecio, de humillación, de mentira, de muerte. Los jóvenes irreverentes, irreductibles… invencibles mientras no olviden que un joven sin rebeldía es… ¿cómo te diré mano?…

Avanza la madrugada y la ciudad desnuda empieza a vestirse con el ropaje modesto de los puestos ambulantes.

Aferrados a construirse un modo de vida honesto, en las calles y mercados los pequeños comerciantes no sólo deben resistir a la policía y los inspectores. También a los grandes centros comerciales que, sabiendo que es de mejor calidad y precio la mercancía del ambulantaje, emplean todos sus recursos para eliminarlos y orillarlos o a la indigencia o al crimen.

Ahí se ve Viana que, por supuesto, no vende más barato. Más allá está el Wal-Mart cómplice de la señora Sahagún en el engaño a los consumidores. Además de robar en los precios y en la calidad de los productos, Wal-Mart arrebata centavos a quienes caen en sus redes. La propaganda dice que esos centavos (que se convierten en millones al paso de los días y de los clientes) son para educación, pero en realidad son para la Fundación Vamos México, esa supersecretaría de Estado dirigida por Marta Sahagún de Fox.

Entre los grandes centros comerciales y las tienditas de la esquina, son mejores y más baratas (y mucho más honestas) las misceláneas y las tiendas de abarrotes.

Si algún recuerdo tienen la nube y la piedra de lo que es la solidaridad con el desconocido en desgracia, está entre la gente más pobre y más perseguida de esta ciudad. Puesteras, taxistas, transportistas, prostitutas, meseras, luchadores (de lucha libre y de la vida), voceadores y boxeadores, tragafuegos-payasos-limpiaparabrisas de esquina, homosexuales, travestis, transexuales, vendedoras de helados, tortas, hot dogs, licuados – uno – de – nuez – por – favor – hoy – no – se – fía – mañana – quién – sabe – dama – caballero – por – esta – única – ocasión – le – vengo – a – ofrecer – esta – oportunidad – llévese – 10 – plumas – 10 – calidad – de – importación – a – solo – 10 – pesitos – próxima – parada – estación – indios – verdes – tiruri…

¿Por qué a la hora de ayudar da más quien menos tiene? Cuando huracanes, sequías y terremotos pintan de miseria la tierra de los humildes de cualquier parte de México, es la gente más pobre la que hace cola para entregar, en los puestos de acopio, el arroz, el frijol, el aceite y la sal que seguramente hacen falta en su propia mesa. Mientras, en los teletones de la limosna, los poderosos reparten cheques con muchos ceros y ninguna dignidad.

El humilde da lo que tiene, reflexionan piedra y nube, y el poderoso da lo que le sobra, lo que le estorba, lo ya usado, lo caduco, lo inservible.

Camina la piedra. Vuela la nube. ¡Cuántas ciudades esconde esta ciudad! ¡Cuántas de ellas tienen la dignidad que al poderoso le falta!

¡Y cuántas ciudades dentro de esta ciudad maquinan y festinan el crimen! Pero a ellas las visitaremos mañana. Seguramente esconden más de lo que muestran…

(Continuará)

Desde las montañas del Sureste Mexicano.

Subcomandante Insurgente Marcos.

México, enero de 2003.

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