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Palabra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Ago181996

Subcomandante Marcos, entrevista con Blanche Petrich

Blanche Petrich, La Realidad, Chiapas, agosto de 1996

El Ejército ocupa vacíos de poder

La sospecha del brote de grupos guerrilleros, o la certeza de que éstos existen ya, según la inteligencia militar, ha generado, dice el subcomandante Marcos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, una «profilaxis», una dislocación del Ejército en muchos frentes, un despliegue militar que rebasó la frontera chiapaneca y cubre ya muchas otras zonas del territorio (Guerrero, Hidalgo, Veracruz, Puebla, Oaxaca).

«Y eso —la dislocación— es malo para un ejército que tiene que hacer eso a la ofensiva; eso sirve para la defensiva. Creemos que sí está respondiendo a un deterioro social y a grupos armados que están ahí y que han surgido precisamente porque se cierran las vías políticas y porque la condición social es muy aguda. Nosotros lo habíamos advertido desde antes.»

También sostiene el subcomandante en una entrevista con La Jornada que después de su «emboscada propagandística» en Aguas Blancas, al Ejército Popular Revolucionario quien terminó de otorgarle beligerancia fue el presidente Ernesto Zedillo, al declarar que el Ejército se retiraría de Guerrero cuando «ellos entreguen las armas». Dice: «Así, sin ningún costo militar, sin haber hecho nada militarmente, ya tienen estatus de fuerza beligerante».

El estratega y vocero del Ejército Zapatista de Liberación Nacional percibe que con este mayor protagonismo del Ejército Mexicano en la vida nacional, «se está llenando el vacío de poder que deja la corrupción y la ineficacia del gobierno». Y —añade— quienes aplauden esto, «están invitando al golpe de Estado».

No considera, sin embargo, que la militarización responda a las necesidades de la lucha contra el narcotráfico.

Esto es lo que conversó con este diario después de clausurado el Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo:

—¿A qué obedece, en tu opinión, el despliegue militar que se ve ya no sólo en Chiapas o Guerrero, sino en varios estados más y, en particular, en funciones policíacas, como el caso de la policía capitalina?

—No creo que en el caso de la militarización que hay en Guerrero, Veracruz, Puebla y Oaxaca se responda a la voluntad de los mandos del Ejército Federal. Lo que está haciendo ahí es dislocar sus fuerzas. En otras partes de la vida social de este país es que la corrupción en el aparato policíaco crea un vacío que tiende a ser llenado por la parte más estable; en este caso la parte mas estable es el Ejército y éste está rellenando ese espacio.

(El sub hace una pausa. Debajo del pasamontañas resopla una risita. «Lo que sigue me lo van a cortar seguramente, pero ahí te va», dice. Reanuda el hilo de su respuesta.)

Me llama la atención el entusiasmo con que algunos militares aplauden el que el Ejército entre a labores policíacas, «porque no es corrupto y ahora sí la ciudadanía va a estar bien». Pero el primer peligro es que bajo ese argumento que dice: si la policía no sirve, que entre el ejército, entonces se puede decir: «Si el gobierno no sirve entonces que entre el Ejército». Entonces se está llamando a que haya un golpe de Estado.

Pero yo recuerdo cuando entró Arévalo Gardoqui, el secretario de la Defensa en la época de Miguel de la Madrid, y el Ejército comenzó a tomar labores en la lucha contra el narcotráfico, que entonces eran exclusivas de la PGR, y se aplaudió mucho la medida y se dijo que qué bueno porque `los soldados iban a combatir a los narcos y no a aliarse a ellos’.

Seis años después uno de los mayores narcotraficantes de este país era Arévalo Gardoqui, perseguido y todo eso.

Si se piensa que el Ejército va a ser inmune al ambiente de corrupción que hay en la policía, yo no apostaría mucho a eso. A mí manera de ver, cierta parte del Ejército está entrando al reparto del pastel.

—Este mapa de militarización coincide por una parte con zonas con alta densidad indígena, pero por otra parte con zonas de narcosiembra o rutas de narcotráfico. ¿Esto se puede relacionar en cierta manera?

—No creo que la militarización sea producto del narcotráfico; a ningún narcotraficante le sirve que se militarice la zona donde opera. Si están son zonas de cultivo del narco o zonas de ruta, ¿qué estado del país no lo es? o ¿qué estado no se usa como trampolín a Estados Unidos para meter drogas?

—¿Entonces a qué obedece este despliegue militar? No en todos los lugares se han manifestado estas organizaciones guerrilleras, en el caso en que efectivamente existan…

—En algunos casos ha sido lo que los médicos y los militares llaman la profilaxis; tomar medidas antes de que surja, tomar medidas en zonas en las que según la inteligencia militar le dice que puede haber o que hay esos grupos.

En el caso del Ejército Popular Revolucionario pueden haber detectado que pueda tener células o repercusiones en otros estados y también hay que considerar que hay otro grupo armado operando, el Partido Revolucionario Obrero Clandestino Unión del Pueblo (PROCUP), o puede que no esté ninguna de esas organizaciones operando ahí, pero que esté el caldo de cultivo, y ante la falta de respuestas políticas el Ejército tenga que llenar el vacío.

—Parece ser el caso del fenómeno del EPR en Guerrero, ¿no? El EZLN ha sido muy explícito en expresar que poco sabe y poco puede decir de ellos. Es un fenómeno que aún es una incógnita. Pero más allá ¿cómo analizan el momento en que surgió, en que hizo su aparición esta organización?

—Lo que sabemos nosotros es que escogen un buen día, el aniversario de una matanza. Una parte de su programa dice: «No más impunidad y no más matanza de gente inocente», y la matanza de Aguas Blancas fue las dos cosas: la matanza de gente inocente y la impunidad para el asesino porque Figueroa quedó exonerado completamente.

Escogen un evento político, aprovechan a un personaje que jala prensa, que es Cuauhtémoc Cárdenas, y ya que lo tienen ahí, en una emboscada propagandística, se aparecen y así aseguran que sin ningún costo militar, sin haber hecho nada militarmente, sean conocidos.

Zedillo los legitima y dice: «Son un grupo armado». Todo lo que no habían podido lograr se los da Zedillo cuando va a Guerrero y declara: «Cuando me entreguen las armas entonces saldrá el Ejército», entonces les da estatus de fuerza beligerante. El Ejército está combatiendo contra otro ejército y, hasta que se rinda, nos quitamos. Al hacer eso les está dando la beligerancia que no tenían.

—Y mientras se aprovecha para golpear a las organizaciones populares en Guerrero…

—Y para cobrar cuentas pendientes, o sea Figueroa está ahí cobrándole a las organizaciones que se movilizaron para echarlo primero y luego para exigir el juicio político.

—¿Esta militarización es un fenómeno de contrainsurgencia en México? ¿Contra qué insurgencia estaría levantándose esta estrategia?

—Contra la de la sociedad, porque la única forma que hay de mantener el modelo económico que hay ahorita es a golpes y balazos. El cálculo es que resulte, que logren amedrentar y que logren mantenerse, pero lo que no están sumando es la crisis interna que no es sólo política, que es sobre todo social, pero también hay mucho descontento dentro de los grupos que hay en el poder y eso sí no lo van a poder controlar militarizando el país.

—Mucha gente en México de alguna manera identifica EZLN con inestabilidad y le teme a la inestabilidad. Esto ha impedido de alguna manera el acercamiento de muchos sectores de la sociedad con las diversas propuestas civiles del EZLN…

—Ultimamente las señales más claras que ha tenido este país sobre repunte económico han sido producto del EZLN. El alza de la Bolsa de Valores y el aumento de la inversión después de la Cuarta Declaración de la Selva Lacandona, eso no fue del gobierno mexicano, fue de nosotros.

Los que están desestabilizando están allá arriba o andan en Suiza o en Nueva York o en Irlanda… ya ni siquiera sé por dónde anda él. Pero de ahí viene la desestabilización o de allí vienen los problemas. Nosotros no hemos asesinado a ningún candidato a la Presidencia de la República, ni a ningún secretario de algún partido político. Nosotros nos alzamos en armas y peleamos. Nos dijeron que dejáramos de pelear y dejamos de hacerlo hace dos años y medio. Desde entonces no hemos tomado ninguna iniciativa violenta, de fuego. Rompimos el cerco pero sin disparar un solo tiro, en diciembre de 1994.

Por el contrario, son las indefiniciones gubernamentales y los crímenes políticos dentro de las esferas del poder los que desestabilizan. El 8 de agosto del 94, unos días antes de la elección presidencial, llamamos a la gente a votar y además hicimos el llamado a otros grupos armados para que no hubiera acciones militares en el contexto electoral y poselectoral

El despliegue de tropas en Chiapas, como para un ataque relámpago

La distribución de las tropas dentro de la zona de conflicto, en los Altos, en el norte del estado y en la selva, es para un ataque rápido, relámpago, del tipo de la guerra del golfo Pérsico. No son tropas para contener el posible avance del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).

Los destacamentos que tienen ubicados en los principales puntos son tropas especiales, aerotransportadas, especializadas en la lucha de comandos.

Si fuera un dispositivo defensivo, con la décima parte de esas tropas podrían contener el despliegue del EZLN. Pero no sólo es la masividad, sino también la calidad de las tropas. Tienen una fuerza de intervención rápida, de unos 4 mil paracaidistas para atacar en varios puntos, además de los grupos de comandos que están en San Quintín, Guadalupe Tepeyac, La Garrucha, La Sultana y otras partes. Esas tropas no son de infantería, son de la fuerza aérea, paracaidistas especializados en combate en la selva, entrenados para combates que se llaman de infiltración, para caminar de noche con aparatos de luz infrarroja, con modernos sistemas de comunicación y pequeñas unidades. Uno no ubica tropas en ese terreno si no piensa atacar.

Con todo, hay una tercera fuerza de presión que puede influir para detener esa vía de solución militar, una fuerza conformada por la opinión pública, ese grupo de gente que está pendiente del proceso de paz. Entre asesores y no asesores sí puede crearse una suerte de tercera fuerza, o fuerza de presión, que obligue al gobierno a comprometerse realmente por la vía política.

El caso de la militarización en Guerrero, Veracruz, Puebla y Oaxaca no responde a la voluntad de los mandos del Ejército federal. Lo que está haciendo allí es dislocar sus fuerzas, y eso es malo para un ejército que tiene que hacer eso a la ofensiva; eso sirve para la defensiva. Creemos que la militarización sí está respondiendo a un deterioro social y a grupos armados que sí están allí y que han surgido precisamente porque se cierran las vías políticas y porque la condición social es muy aguda. Nosotros lo habíamos advertido desde antes.

—La resistencia que está desarrollando el EZLN tiene muy alto costo social; se habla de un cerco de hambre en torno de las zonas bajo control zapatista…

—El cerco de hambre consiste en dos aspectos fundamentales: uno es evitar el ciclo de vida de las comunidades dificultando la siembra y el cultivo de la tierra. Los militares que están en la selva se dedican a patrullar las milpas y a hostigar y perseguir a los campesinos. Les piden identificación, los revisan, los tratan como si estuvieran cruzando una frontera. Eso los amedrenta y les impide trabajar. Pero además en las guarniciones que están cerca de los poblados los soldados acechan a las mujeres y los varones tienen miedo de que las vayan a violar y prefieren quedarse a cuidarlas.

Dentro del trabajo de las mujeres, que forma parte de la manutención de la familia, está el ir a cortar leña, y ahora no lo hacen porque tienen miedo de ser atacadas sexualmente por los soldados. Además de eso, el flujo de apoyo, de créditos y abasto hacia las comunidades indígenas está bloqueado, especialmente para las que se identifican como zapatistas.

Llamo la atención sobre esto que definiste como «comunidades bajo control del EZLN» nada más para aclarar que nosotros decimos que en realidad es el EZLN el que está bajo control de comunidades como La Realidad, como Guadalupe Tepeyac…

—Claro, es otro concepto…

—Sí, ellas son las que nos controlan a nosotros, y lo que han dicho los compañeros es que nos alzamos en armas y no puede ser que nos alcemos en armas para que las cosas sigan igual. Quieren una solución profunda y que sea producto de un acuerdo, que no quieran contentar a las comunidades con un poco de maíz o un poco de frijol, una carretera o una pequeña clínica sin doctores y que luego las cosas vuelvan a ser como antes. Las comunidades quieren soluciones de fondo, y lo que el gobierno está haciendo es ofrecer parches. Esa política ya la conocen… es la que logró construir el elefante blanco de Guadalupe Tepeyac, la clínica esa que nunca funcionó, que nada más cuando la inauguró Salinas le pusieron aparatos y doctores y que apenas se fue Salinas se quedó sin doctores y sin aparatos.

—Justamente en el renglón salud este cerco tiene un costo muy grande. ¿El gobierno les ha ofrecido ayuda y ustedes rechazan la asistencia médica, campañas de vacunación?

—No. El gobierno no ha hecho nada, ningún intento por ofrecer una campaña de abasto ni una campaña de salud. Lo que han hecho los compañeros es funcionar como antes de la guerra; es decir, sin ningún apoyo gubernamental, cuando no había ningún programa de salud ni nada y la mayoría de los programas eran llevados a cabo por Organizaciones No Gubernamentales y los indígenas resolvían las cuestiones con lo que tenían a la mano, principalmente con la medicina herbolaria.

—¿Y cómo están resolviendo el problema en este momento?

—Ahorita están las cosas mejor que antes de la guerra. Aparte de la herbolaria hay el apoyo de Organizaciones No Gubernamentales con programas de salud. Se puede decir que dentro de las carencias del cerco y dentro de la resistencia, las comunidades están mejor que antes de 1994.

—Esta situación del cerco ¿no es de alguna manera el resultado de no haber logrado en las negociaciones un acuerdo de distensión?

—No, porque la distensión que pretendía el señor Gustavo Iruegas (primero asesor de Manuel Camacho Solís, después cabeza de la delegación gubernamental durante el periodo del ex secretario de Gobernación, Esteban Moctezuma, y durante algunos meses más, después del nombramiento de Marco Antonio Bernal, miembro de la delegación oficial) era un acuerdo de rendición.

El quería ubicar las tropas zapatistas porque el problema que tenía el Ejército era que no sabía dónde habíamos quedado después del repliegue del 95, y a este señor se le ocurrió la brillante idea de decir: «que salgan y luego los metemos en un corral y ahí vamos a saber dónde están». Pero fracasó porque nosotros no nos tragamos esa mentira y la rechazamos.

La otra opción que querían manejar era que depusiéramos las armas y entonces iba a haber distensión militar.

Lo que nosotros sabemos es que el factor militar está presente, no por el peligro que representemos nosotros para la seguridad nacional —y ellos saben que no somos un peligro para la seguridad nacional—, sino para tratar de intimidar y conseguir ventajas en la mesa de San Andrés.

Iruegas quería ganar por vías militares lo que no podía conseguir políticamente en la mesa. No tenía argumentos ni razones para oponerse a las demandas del EZLN. Entonces, como no puede ganarlo en la mesa trata de ganarlo afuera, mediante la presión militar en las comunidades. Esta política estúpida duró desde abril del 95 hasta febrero de este año, cuando se lograron los primeros acuerdos, y ahora volvió a retomarse y no produce ningún efecto. Ni consiguen la rendición ni avanza el diálogo y sigue el periodo de inestabilidad.

—Según lo que se declara oficialmente, la delegación gubernamental, tanto con Gustavo Iruegas como después de Iruegas, considera ya cerrado el factor militar…

—Todavía sigue ahí detrás. No, no lo considera cerrado y ese es su único argumento en la mesa, Lo que está haciendo es alargar la negociación y el tiempo para hacer que fracase y culpar al EZLN y que eso le dé el argumento que perdió en 1995: la legitimidad para una acción armada contra nosotros.

—¿Consideran ustedes que sería importante y útil retomar bajo otras premisas el punto de distensión? ¿Tomar otras medidas de distensión?

—Pensamos que ese es uno de los aspectos más importantes. Hay otros, pero ellos no están dispuestos a tocar ese ni otro. No vemos intención de dar señales políticas ni militares. Ni siquiera nos pueden decir: «bueno, no vamos a dar señales militares pero vamos a dar señales políticas».

El cálculo sigue siendo: sentemos a esta gente, vamos a hacerlos que hablen mucho, que se cansen y luego vamos y les pegamos.

La distribución de las tropas dentro de la zona de conflicto, en los Altos, en el norte del estado y en la selva, es para un ataque rápido, relámpago, del tipo de la guerra del desierto del golfo Pérsico. No son tropas para contener el posible avance del EZLN, que era el argumento que usaban antes, del «tenemos que estar allí para que ellos no vayan a realizar un ataque».

—¿Entonces son tropas con capacidad ofensiva?

—Las tropas que tienen ubicadas en los principales puntos son especiales, tropas aerotransportadas, especializadas en la lucha de comandos.

—Ellos, el gobierno, insisten en el argumento de la no ofensiva militar.

—No, es mentira. Si insisten en ese argumento, ¿por qué ponen un dispositivo ofensivo? Si fuera defensivo, entonces con la décima parte de esas tropas podrían contener el despliegue del EZLN. Pero no sólo es la masividad, sino también la calidad de las tropas. Tienen una fuerza de intervención rápida de unos 4 mil paracaidistas para atacar en varios puntos, además de estos grupos de comandos que están en San Quintín, Guadalupe Tepeyac, La Garrucha, La Sultana y otras partes. Esas tropas no son de infantería.

—¿Qué características tienen?

—Son de la fuerza aérea, son paracaidistas especializados en combate en la selva, entrenados para combates que se llaman de infiltración, para caminar de noche con aparatos de luz infrarroja, con modernos sistemas de comunicación, en pequeñas unidades. Uno no ubica tropas en ese terreno si no piensa atacar.

—Los asesores zapatistas hablan de la doble vía que está utilizando el gobierno, la de negociar y preparar al mismo tiempo una acción militar. ¿Cree que hay posibilidades de que se destrabe el punto de la negociación política, aunque ahorita están en un capítulo particularmente difícil y sin avances y la política le logre ganar la carrera a lo militar?

—Sí, yo creo que es una buena posibilidad, porque debido al trabajo de la opinión pública, de este grupo de gente que está pendiente del proceso de paz, entre asesores y no asesores sí puede crearse una suerte de tercera fuerza, o fuerza de presión que obligue al gobierno a comprometerse realmente por la vía política.

Si ambos ejércitos dieran señales muy claras de que abandonan, cuando menos mientras dura la negociación, la vía militar, eso sería una buena señal para la sociedad y para el país en general. Pero en este caso el dispositivo que están montando, y van escalando cada vez más, va para arriba y apunta ya hacia preparar un golpe contra la dirección del EZLN. Para atacar a Marcos no van a usar tanques de guerra, van por unidades especiales que están colocando ya en estos puntos.

—Y el EZLN ¿qué se prepara a hacer ante esta eventualidad?

—Resistir, resistir y partirse en muchos pedazos. Nada más que si logran pegarle a la cabeza va a pasar como con los Aguascalientes. Destruyeron uno y ahora tienen cinco. Si destruyen o asesinan a los del Comité van a tener muchos comités y muchas guerrillas sueltas, autónomas e independientes, y ya no va a haber diálogo ni nada de eso. Van a tener que hacer cinco, seis o diez diálogos, según el número en que se haya partido el EZLN.

—¿Se replegarían ustedes?

—¿A dónde, si ya estamos en la montaña? Si llegan a buscarnos a la montaña tendremos que pelear.

 

(Tomado de La Jornada, México, D.F., 18 y 19 de agosto de 1996).

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