A: Oscar Martín López Fernández, México, D.F.
Oscar
Ahora me llega la noticia de tu detención y la tortura a la que fuiste sometido. Yo quisiera darte algo para aliviar tus heridas y avivar tu coraje por la humillación recibida. Algo que te haga fuerte y te sane, algo que te haga, ya, indestructible. Algo como las:
Instrucciones para medir la vida
Se toma cordel a discreción y se empieza a meter en el bolsillo derecho del pantalón hasta que ocurra una de dos cosas:
A) Que el bolsillo se llene de cordel.
B) Que se canse uno de estar metiendo el cordel en el bolsillo.
Cuando ha ocurrido una de las dos cosas arriba señaladas. o las dos, espere una tarde lluviosa. Justo cuando la lluvia empiece a titubear en caer o no sobre la tierra, saque el cordel y arrójelo hacia arriba, lo más alto posible con un elegante ademán de mago y, simultáneamente, murmure las siguientes palabras: «Veo, mido, existo, la vida». Si se han seguido las instrucciones al pie de la letra el cordel permanecerá en el aire, suspendido por unos instantes, antes de volver a tierra en un manojo de hilos. Ahí tiene usted la medida de un pedazo de vida. Si, no obstante haber seguido las instrucciones, el cordel no responde como arriba indicamos, no se preocupe y pruebe con otro cordel. Sucede que hay cordeles que se niegan, con desconcertante obstinación, a medir la vida de nadie (bastantes problemas tienen con amarrar botas, zapatos y otras cosas absurdas, dicen».
Vale Oscar. Salud y una calculadora para ir sumando las cuentas que habremos de cobrar algún día.
Desde las montañas del sureste mexicano
Subcomandante insurgente Marcos
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