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Palabra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Oct261999

Palabras del Sup para la Mesa Redonda «De la Cultura Subterránea a la Cultura de la Resistencia».

Ponencia del Subcomandante Insurgente Marcos
Ejército Zapatista de Liberación Nacional
México.

Palabras del Sup para la Mesa Redonda «De la Cultura Subterránea a la Cultura de la Resistencia».

Multiforo Alicia.

26 de octubre de 1999.

Queremos agradecer a quienes se encargan del Multiforo Alicia la invitación que nos hicieron para participar en esta Mesa Redonda.

No tenemos mucha experiencia en mesas redondas, más bien nuestra especialidad son las mesas cuadradas, como seguramente lo es la mesa donde están sentados quienes nos acompañan en este acto: Zach de la Rocha, Yaotl, Hermann Bellinghausen, Nacho Pineda, un o una compa del colectivo Anarko Punk, y Javier Elorriaga.

Es más, lo más seguro es que los participantes en esta mesa redonda que no es redonda, estén sentados en un pequeño estrado. Es más, tal vez ni siquiera hay mesa y sólo hay unas cuantas sillas. Tal vez el único que tiene mesa soy yo, porque sobre algún lugar tienen que poner la tele para proyectarles a ustedes este video.

Bueno, el caso es que en esta mesa redonda, quienes participan no se ven la cara, cosa que seguramente pasaría si estuvieran en una mesa redonda que, en efecto, fuera redonda. Así que aquí estamos, sentados en una mesa redonda que no es redonda y frente a ustedes, lo que no deja de ser mejor porque de aquí alcanzo a ver a una chavala que en la mirada tiene los mejores argumentos para dejar en paz el tema de las mesas redondas y cuadradas y mejor ni les digo el tema que propone esa mirada (suspiro).

¿En qué estaba? ¡Ah sí! En que aquí estamos frente a ustedes, en esa mesa redonda que no sé quién tituló «De la Cultura Subterránea a la Cultura de la Resistencia». No, no tengo nada contra quien llamó así a esta mesa redonda que no es redonda. El problema es esa palabra que se repite: «CULTURA». Caben tantas cosas ahí que, aunque les pongamos el límite que pretenden las palabras «Subterránea» y «Resistencia», dan no para una mesa redonda, por muy cuadrada que sea, sino para un gran encuentro intercontinental que duraría años luz, sin incluir el tiempo que tarda en arreglar uno el micrófono, en saludar a la raza o en quedarse dormido porque alguien ha decidido que la cultura también puede ser aburrida y se ha empeñado en demostrarlo.

Expuesto lo anterior, yo no les hablaré ni de la cultura subterránea, ni de la cultura de la resistencia, ni del puente que seguramente las une. Además de dejar el tema para quienes nos acompañan en esa mesa que llamamos redonda aún sabiendo que es cuadrada, evito hacer el ridículo y oculto mi ignorancia enciclopédica en este asunto. Como diría el más grande y bienamado Don Durito de La Lacandona, «no hay problema lo suficientemente grande como para no darle la vuelta». Yo agregaría a estas sabias palabras que motivan a la acción y al compromiso, «ni hay mesa redonda que no sea cuadrada».

Yo sé que todos ustedes están ahora ansiosos por saber de que diablos les voy a hablar entonces. Incluso más de uno se preguntará si la guitarra que tengo al lado no significa que me voy a echar una rola de esas que muy dignas rolan en el México de abajo que somos todos nosotros.

Pues no, no me voy a echar ninguna rola. La guitarra es para el «palomazo» que nos vamos a echar mañana, 27 de octubre de 1999, con el «Rage Against The Machine», «Aztlán Underground» y «Tijuana No», en el Palacio de los Deportes. Bueno, eso si no nos censuran antes o nos cae la justicia, en cuyo caso el concierto será en el reclusorio más cercano a su corazón.

Y, voy a ser sincero con ustedes, todo este rollo inicial es para hacer tiempo, porque clarito me dijeron los organizadores que me tocaba hablar unos 20 minutos, y yo creo que 20 minutos son demasiados para decir que no les voy a hablar de la cultura subterránea, no de la cultura de la resistencia, ni de lo que va de la una a la otra.

¿Saben ustedes? Nosotros somos guerreros. Unos guerreros muy otros, pero al fin y al cabo unos guerreros. Y los guerreros sabemos pocas cosas. Y entre las pocas cosas que sabemos, sabemos de armas.

Así que mejor les voy a hablar de un arma. En concreto, les voy a hablar del arma de la resistencia.

Nosotros, además de guerreros, somos indígenas mexicanos. Vivimos en las montañas del Sureste Mexicano, que viene siendo como el último rincón de este país. Vivimos como viven la mayoría de los indígenas en México, es decir, muy mal.

Nuestras viviendas tienen piso de tierra, nuestras paredes son de palo o de lodo, y nuestros techos son de lámina, de cartón o de zacate. Un mismo cuarto sirve de cocina, comedor, recámara, sala y gallinero. Nuestros alimentos son, fundamentalmente, el maíz, el frijol, el chile, y las verduras que se den en la milpa. De medicina pues tenemos alguna pequeña farmacia popular, mal surtida. ¡Médicos? Ni soñarlo. La escuela, si no está ocupada por los soldados del gobierno, es un galerón donde conviven al mismo tiempo hasta 4 grupos diferentes de escolares, que no son muy numerosos porque nuestros niños empiezan a trabajar desde muy pequeños, entre los 4 y 5 años, las mujeres, acarreando leña, moliendo maíz, lavando ropa y cuidando a sus hermanos más pequeños, entre los 10 y los 12 los varones, rozando monte, cuidando ganado, acarreando leña, trabajando la milpa, el cafetal o el potrero. Nuestras tierras son pobres en dos sentidos: son pobres porque son nuestras, que somos pobres de por sí; y son pobres porque no dan mucho en la cosecha. Pura loma y pedregales tenemos, las buenas tierras las tienen los finqueros. El ganado y el café que vendemos para hacernos de dinero, lo vendemos con los coyotes, que son una especie de intermediarios, que nos pagan hasta 10 veces menos el precio que tenga nuestro producto en el mercado. Así que nuestro trabajo, además de duro, es mal pagado.

Sin embargo, aunque vivimos como la mayoría de la población indígena del país, es decir, en la pobreza, no vivimos igual que la mayoría de la población indígena. Nuestra pobreza es igual a la pobreza de los demás, pero es diferente, es «otra» pobreza. Nosotros somos pobres porque así lo escogimos. Desde el inicio de nuestro alzamiento nos han ofrecido de todo para conseguir que nos vendamos, que nos rindamos.

Si lo hubiéramos hecho, si nos hubiéramos rendido, si nos hubiéramos vendido, ya tendríamos buenas casas, buenas escuelas, hospitales, máquinas para trabajar la tierra, mejores precios para nuestros productos, buenos alimentos.

Pero escogimos no vendernos, escogimos no rendirnos. Porque resulta que nosotros somos indígenas y también somos guerreros. Y los guerreros son guerreros porque luchan por algo. Y nosotros los zapatistas luchamos por buenas viviendas, buena alimentación, buena salud, buen precio para nuestro trabajo, buenas tierras, buena educación, respeto a la cultura, derecho a la información, libertad, independencia, justicia, democracia y paz. Si, luchamos por todo esto, pero para todos, no nomás para nosotros. Por eso nosotros los zapatistas somos guerreros, porque queremos «Para todos todo, nada para nosotros».

Si nos hubiéramos rendido, si nos hubiéramos vendido, hubiéramos salido de pobres, pero otros lo seguirían siendo.

Bueno, pero ustedes se preguntarán ¿dónde está el arma de la que nos iba a hablar este guapo, atractivo y simpático guerrero? Ahora les digo.

Resulta que al ver que no nos rendíamos, que no nos vendíamos, el gobierno empezó a atacarnos para obligarnos a rendirnos y a vendernos. Nos ofrecían muchas cosas dinero, proyectos, apoyos, y si los rechazábamos, se enojaban y nos amenazaban. Así que entendimos que negándonos a recibir el apoyo gubernamental, resistiendo pues, hacíamos enojar a los poderosos. Y no hay nada que le guste más a un guerrero zapatista que hacer enojar a los poderosos. Así que con singular alegría os dedicamos a resistir, a decir «no», a transformar nuestra pobreza en un arma. El arma de la resistencia.

Sobre el poder de esta arma hablan ya casi 6 años de guerra, con ella hemos resistido a más de 60,000 soldados, a tanques de guerra, a aviones bombarderos, a helicópteros artillados, a cañones, a ametralladoras, a balas y granadas. Con ella hemos resistido a la mentira.

Si quieren que lo ponga más resumido, les diré que así como nosotros nos hicimos soldados para que un día ya no sean necesarios los soldados, así también permanecemos pobres para que un día ya no haya pobreza. Para esto usamos el arma de la resistencia.

Claro que no es la única arma que tenemos, como es evidente por el acero que nos viste. No tenemos mas armas. Por ejemplo, tenemos el arma de la palabra. Tenemos también el arma de nuestra cultura, de nuestro ser lo que somos. Tenemos el arma de la música, el arma del baile. Tenemos el arma de la montaña, esa vieja amiga y compañera que pelea junto nuestro con sus caminos, escondrijos y laderas, con sus árboles, con sus lluvias, con sus soles, con sus madrugadas, con sus lunas…

También tenemos las armas que de por si portamos, pero no es tiempo de andar albureando, mucho menos ahora que todos se han puesto muy serios. Y para quitarles lo serio les voy a contar un chiste, no, no se crean ni se espanten, no les voy a contar un chiste, eso mejor se lo dejamos a Zedillo que, como presidente, no pasa de ser un mal chiste. No, mejor paso al siguiente tema del que les voy a hablar.

LA MUSICA Y LA RESISTENCIA. Señaladamente el Rock, pero no sólo el rock. Señaladamente los grupos musicales, pero no sólo los grupos musicales. Quiero decir, no sólo lo que vemos y escuchamos, también lo que hace posible que veamos y escuchemos. Porque la raza se prende cuando escucha a Rage Against The Machine, a Aztlán Underground, a Tijuana No. O A «Durito Against The Sup» (que es un grupo que está por formarse si Durito sigue haciéndomela de tos ferina).

¿En qué estaba? ¡A sí! En que la raza se prende al escuchar a un buen grupo musical y entonces siente uno que los huesos y los músculos no tienen más mando que el corazón y empieza uno a moverse, a menearse, a brincar, a un pasito para acá y otro pasito para allá, a arrejuntate, a «prexta pa la orquesta» (ya sé que todos están pensando: uta madre, el Sup habla como pachuco de las películas de Tin Tan o Piporro, pero no le aunque raza), en fin, a bailar pues, y no se ponen a pensar en los y las que hacen posible que ese grupo se pueda escuchar y que tengamos dónde y por qué bailar. Por ejemplo, el otro día estaba escuchando unas rolas de un grupo que toca pesado pesado (porque resulta que me estoy «educando el oído», porque antes de la guerra yo puros huapangos y polkas, ajua) y mero zapatistas y resulta que me pongo a ver la presentación del cassette o del compa disc y leo que hay un chingo de gente metida ahí, además de la que de por sí toca, y yo creo que los musiqueros si les reconocen su trabajo a toda esta gente, pero los que los escuchamos o bailamos pues nomás no. Por ejemplo, aquí estamos en el autodenominado «Multiforo Alicia» y aquí está el Zach, el Yaotl, el Pineda, el compa o la compa del colectivo Anarko Punk, el Elorriaga, y el video éste que ustedes están viendo y escuchando a la fuerza, porque lo que ustedes querían es escuchar a Zach y al Yaotl, y no precisamente hablar, sino reventarse una rola. Bueno decía que aquí estamos en este lugar y quién organizó esta mesa redonda que es cuadrada, quién o qué es el responsable que el sonido se escuche mal o bien pero se escuche, quién cuida este local, quien lo mantiene vivo, quién abrió este espacio para que ustedes y nosotros nos encontremos, quién pues. Ahí está. No tenemos ni idea. Ni modos, les toco estar detrás. Pero entonces yo les propongo que a toda esa gente que está detrás le demos un aplauso que se escuche hasta atrás y no se pongan ellos y ellas hasta atrás porque si no ni mesa redonda ni cuadrada ni toquin ni maíz palomas naranjas podridas que jais de la guirinais. Aplaudan pues.

(Siguen aplausos)

(Si tardan los aplausos pónganle el «stop»» a la video porque si no me voy a seguir y ni quién me pele).

¿Ya acabaron? Bueno, pues el tema era quesque la Música y la Resistencia. Pero yo, como ya explique antes, de música pues nomás el do-re-mi-fa-sol-la-si y seguimos me equivoco, pero en la resistencia si somos un poca truchas. El caso es que el zapatismo y el rock algo se traen y llevan porque si no entonces que hacemos aquí el Zach, el Yaotl y yo (porque yo también soy roquero, pero «old fashion»), sentados en una mesa redonda que, todos lo han visto, es cuadrada.

Bien. Si decimos que el zapatismo «rebotó» en los grupos musicales de rock y produjo ahí su efecto «otro» y «diferente», creo que seríamos injustos. Se trata de grupos con una trayectoria de compromiso social y profesional independiente. ¿Qué pasó? A saber. Tal vez se necesiten muchas mesas redondas, aunque sean cuadradas, para ver el tema del rock y el zapatismo.

Tal vez lo que ocurrió es que hubo un encuentro. Hubo palabras que se encontraron, pero sobre todo hubo y hay sentimientos que se encontraron. Si hay rolas de estos grupos que pueden aparecer sin ningún problema como comunicados, y hay comunicados que pueden ser letras de algunas canciones, no es por virtud de quienes las escriben, no, es porque están hablando lo mismo, están reflejando lo mismo, ese «otro» subterráneo que, por «diferente», se organiza para resistir, es decir, para existir.

Porque no sólo los zapatistas son guerreros de la resistencia. Hay muchos grupos (y hay varios aquí reunidos) que también han hecho de la resistencia un arma, y la usan. Y hay de todo, hay indígenas, hay trabajadores, hay mujeres, hay homosexuales, hay lesbianas, hay estudiantes, hay jóvenes. Sobre todo hay jóvenes, hombres y mujeres, jóvenes, que nombran su identidad: «punks», «ska’s», «góticos», «metaleros», «trashers», «raperos», «hip hoperos» y «etcéteros». Si vemos el común de todos y todas, veremos que no tienen nada en común, que todos y todas son «diferentes», son «otros». Y esto es precisamente lo que tenemos en común, que somos «otros» y «diferentes». No sólo eso, también tenemos en común que luchamos por seguir siendo «otros» y «diferentes» y por eso resistimos. Y somos «otros» y «diferentes» para los poderosos, o sea que no somos como ellos quieren que seamos, sino como de por sí somos.

Y el que es como somos nosotros, lejos de querer imponer su ser al «otro» o «diferente», busca un espacio propio y, al mismo tiempo, un espacio de encuentro. Los «punks» no andan en campaña exigiendo que todos los jóvenes sean «punks», ni los «ska’s», ni los «góticos», ni los «metaleros», ni los «trashers», ni los raperos, ni, por cierto, los indígenas. Sin embargo. El Poder si quiere que seamos como él quiere que seamos, que nos vistamos según la moda que él dicta, que hablemos como él dice, que comamos lo que él vende, que consideremos bello o hermoso lo que él considera como bello y hermoso, incluso que amemos y odiemos como él establece que sean el amor y el odio. Y no solo eso, el Poder quiere, además, que todo esto lo hagamos de rodillas y en silencio, sin andar dando brincos, sin gritos, sin alzamientos indígenas, bien educados pues. Por eso tiene ejércitos y policías el Poder, para obligar a ser iguales e idénticos, a los que son «otros» y «diferentes».

Pero los «otros» y «diferentes» no buscan que todos sean como ellos y ellas son. Como que cada quien dice que cada quien su onda o su pedo (no sé como se diga ahora) y que, para que esto sea posible, no basta ser, también hay que ser respetando al otro. El «cada quien su pedo» es doble: es afirmación de la diferencia y es respeto a la otra diferencia. Cuando se dice que se lucha por el respeto a nuestro ser «diferentes» y «otros», eso incluye la lucha por el respeto para quienes también son «otros» y «diferentes» no son como nosotros. Y es aquí donde todo este movimiento de resistencia, llamado «underground» o «subterráneo» porque se da entre los de abajo y por debajo de los movimientos institucionales, se encuentran con el zapatismo.

Y este encuentro es un encuentro entre guerreros y guerreras, entre quienes hacen de la resistencia un arma y lucha con ella para ser lo que son, para existir.

O sea que cuando los zapatistas dicen «queremos un mundo donde quepan muchos mundos» no están descubriendo nada nuevo, simplemente están diciendo lo que ya dicen los «otros» y «diferentes» que caminan los mundos de abajo.

Los zapatistas decimos «yo soy como soy y tú eres como eres, construyamos un mundo donde yo pueda ser sin dejar de ser yo, donde tú puedas ser sin dejar de ser tú, y donde ni yo ni tú obliguemos al otro a ser como yo o como tú. O sea que cuando los zapatistas dicen «un mundo donde quepan muchos mundos» están diciendo, palabras más o palabras menos, «cada quien su pedo».

Y para no hacérselas tan olorosa, paso a otro tema del mismo tema.

Porque resulta que somos pues los mismos porque somos diferentes. Somos los mismos perseguidos, los mismos despreciados, los mismos golpeados, los mismos encarcelados, los mismos desaparecidos, los mismos asesinados. Y no son los nuestros los que nos persiguen, desprecian, golpean, encarcelan, desaparecen, asesinan. Ni siquiera son los «otros» de abajo. Es el Poder y sus nombres. Y nuestro delito no es robar, golpear, asesinar, insultar. Ni tampoco nuestro delito es ser «otros» y «diferentes». No, nuestro delito es serlo y estar orgullosos de serlo. Nuestro delito, que en el código de la justicia del poderoso amerita la pena de muerte, es la lucha que hacemos para seguir siendo «otros» y «diferentes». Si fuéramos «otros» y «diferentes» vergonzantes, escondidos, arrepentidos, traicionados por nosotros mismos, buscando ser o parecer lo que el Poder quiere que seamos o parezcamos, entonces nos darían una palmadita indulgente y lastimera y nos dirían «son cosas de juventud, ya se te pasará con la edad». Así que para el Poder, la medicina contra la rebeldía es el tiempo, «ya se te pasará con la edad».

Mentira, lo que no está diciendo el Poder es lo que está detrás de «esa edad» que se supone curará y hará pasar la rebeldía juvenil. Horas, días, meses, años de golpes de insultos de cárceles de muertes de violaciones de persecuciones, de olvidos, una máquina trabajando para «curarnos» si dejamos de ser lo que somos y nos convertimos en seres serviles, o para eliminarnos si nos empeñamos en ser lo que somos, sin importar el calendario, los cumpleaños, o la fecha del acta de nacimiento.

Así pues, todos somos transgresores de la ley. Porque en este sistema hay una ley que mata y acalla a quien es «otro» y «diferente». Y al vivir, al gritar, al hablar, es decir, al ser rebeldes, transgredimos esa ley y somos, automáticamente, delincuentes.

Y estos y estas delincuentes que somos, habitamos una realidad rebelde, en donde la resistencia es puente para que nos encontremos, nos reconozcamos en nuestra diferencia y en nuestra igualdad. Así también, el rock es como un puente por el que caminan esas realidades para encontrarse.

¿De qué manera el rock es espejo y cristal para esta realidad muy «otra» y «diferente»? La verdad es que no lo sé y no lo entiendo. Veo y escucho a grupos musicales como Rage Against The Machine, Aztlán Underground, y Tijuana NO (por mencionar solo a los que participarán en el concierto de mañana, pero sabiendo que hay muchos otros y que todos son buenos como músicos y como seres humanos) y me pregunto por qué hacen lo que hacen, dicen que lo dicen y tocan lo que tocan. «Creo que será mejor que ellos nos digan qué pasa con ellos. Tal vez ocurra que también ellos se pregunten por qué nosotros los zapatistas hacemos lo que hacemos, decimos lo que decimos y tocamos lo que tocamos (aunque para el rock somos más bien chafas. «Chafas» ¿qué tal eh? Buen nombre para un grupo o para una rola; «Chafas», así, sin «Los» o «Las» para que quepan hombres, mujeres, y quienes no son ni hombres ni mujeres pero son).

Y para responderles por qué los zapatistas hacemos los que hacemos, decimos lo que decimos y tocamos lo que tocamos es para lo que está este video, pero como ya me pasé de los 20 minutos que me tocaban pues ahí queda pendiente. A lo mejor y lo que dije antes ayuda a encontrar la respuesta.

Sale pues, raza, banda, compas, chompiras, valedores, ñeros, güeyes, o, como dice ese filósofo intercontinental que ahora se viste de pirata, Durito, «cada quien su pedo».

Entonces sigue el pedo del Elorriaga que, a su vez, nos dirá cuál pedo sigue, el de Bellinghaussen, el de Zack, el de Yaotl, el de Pineda, el de él o la compa del Anarko Punk, o ya no sé qué pedo, porque, porque a lo mejor a mí me pusieron en medio (lo que sería de muuuy mal gusto) o me dejaron al final, para que la raza ya estuviera dormida y no escuchara las barbaridades que aquí digo.

Vale. Salud y, (como dice en la portada del número especial de ese fanzine que tiene el buen gusto de llamarse «ZUPterráneo») y con tanto pedo, «something doesn’t smell good», que quiere decir algo así como «hay de pedos a pedos». ¡Salud!

 

Desde las montañas del Sureste Mexicano

Subcomandante Insurgente Marcos

El Sup afinando la guitarra para el «palomazo».

México «otro» y «diferente», Octubre de 1999.

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