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Palabra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Feb241998

Un periscopio invertido (o la memoria, una llave enterrada) 

Un periscopio invertido (o la memoria, una llave enterrada)

Subcomandante Marcos

«… de modo que esta teoría de la Tierra hueca viene a materializar, por decirlo así, la milenaria intuición hermética: ¡lo que está abajo es igual a lo que está arriba!»

Umberto Eco. «El péndulo de Foucault»

1.- La Historia: aprender a ver bajo tierra.

En medio de una playa de nubes para que la mar repose su cansancio (llave cuarta), la luna llena es una nacarada estrella, tan gorda que los filos se le han limado. Recostados como estamos, le cuento a la mar la historia que el Viejo Antonio me narró una madrugada como ésta, pero con el humo del tabaco supliendo las nubes.

Con una última voluta de humo completamos el cerco que, sin decirlo, le habíamos ido tendiendo a la luna para fijarla en el cielo. Fue inútil, ella siguió su avance venciendo horas y nubes. Estábamos callados, acechando a un tepescuintle. El Viejo Antonio se había propuesto demostrarme que también se puede «lamparear» al tepes en luna llena.

-¡Ahí está! ¿Lo ves? –me gritó con un susurro el Viejo Antonio.

-Sí –mentí mientras buscaba inútilmente los ojos esmeralda que supuestamente dibujaría el haz de luz del focador del Viejo Antonio.

La chimba brilló con un sonido seco que pronto se apagó bajo el tenaz tambor de los grillos. Corrí hacia el punto al que había señalado la lámpara del Viejo Antonio. Un tepescuintle de un medio metro de largo se estremecía, con el canto plano del machete completé la comida iniciada con la chimba del Viejo Antonio. Lo agarré y lo llevé a donde el Viejo Antonio liaba otro cigarrillo.

-Ni lo viste siquiera – me dice sin mirarme.

Yo, la verdad, estaba «pajareando» esperando que la luna cayera de una buena vez, pero repetí con firmeza la mentira:

-Sí lo vi-. La luz de un cerillo encendido ilumina la sonrisa y el cigarro que el Viejo tiene en los labios.

-¿Cómo supiste cuándo encender la lámpara y a dónde iluminar?-, le pregunto para cambiar el tema.

-Lo vi acá abajo-, responde el Viejo Antonio y señala con el gesto y la mano hacia el suelo.

-¿Lo viste abajo de la tierra?-, pregunto-digo con burla. El Viejo Antonio no me responde. Bueno, no directamente. De pronto, recostándose, empieza a contarme

LA HISTORIA DE LA LLAVE ENTERRADA

«Cuentan que los más primeros dioses, los que nacieron el mundo, tenían muy mala memoria y rápido se olvidaban de lo que hacían o decían. Unos dicen que era porque los más grandes dioses no tenían por qué acordarse de nada, porque ellos ya eran desde cuando el tiempo no tenía tiempo, o sea que no hubo nada antes de ellos y si no hubo nada antes entonces no había de qué tener memoria. Quién sabe, pero el caso era que todo lo olvidaban. Este mal lo heredaron a todos los gobernantes que en el mundo son y han sido. Pero los dioses más grandes, los más primeros, supieron que la memoria era la llave del futuro y que había que cuidarla como se cuida la tierra, la casa y la historia. Así que, como antídoto para su amnesia, los más primeros dioses, los que nacieron el mundo, hicieron una copia de todo lo que habían hecho y de todo lo que sabían. Esa copia la escondieron bajo el suelo de modo que no se confundiera con lo que había sobre la superficie. Así que debajo del suelo del mundo hay otro mundo idéntico al de acá arriba, con una historia paralela a la de la superficie. El mundo primero está bajo la tierra.»

Le pregunté al Viejo Antonio si es que el mundo subterráneo era una copia idéntica a la del mundo que conocemos.

«Fue», me respondió el Viejo Antonio, «ya no». Y es que -explicó- el mundo de afuera se fue desordenando y desacomodando al paso del tiempo. «Cuando los más primeros dioses se fueron, nadie de los gobiernos se acordó de mirar abajo para ir arreglando lo que se iba desacomodando. Así que cada nueva generación de jefes pensó que el mundo que le tocaba así era de por sí y que no era posible otro mundo. Así que lo que está abajo de la tierra es igual a lo que está arriba, pero es en forma distinta».

Dijo el Viejo Antonio que por eso es costumbre de los hombres y mujeres verdaderos el enterrar el ombligo del recién nacido. Lo hacen para que el nuevo ser humano eche un vistazo a la historia verdadera del mundo y sepa luchar para acomodarlo de nuevo como debe ser.

Así que allá abajo no sólo está el mundo, sino que está la posibilidad de un mundo mejor.

-¿Y estamos también los dos? -pregunta la mar somnolienta.

-Sí, y juntos -le respondo.

-No te creo -dice la mar, pero con discreción gira sobre su costado y se asoma por un huequito que una piedrita dejó en el suelo.

– Deveras -le insisto- si tuviéramos un periscopio podríamos asomamos.

-¿Un periscopio? -murmura.

-Sí -le digo- un periscopio, un periscopio invertido…

II.- El Caótico Cascarón de la Globalización.

«Después comprendí que la imagen era proyectada por otra pantalla, situada encima de mi cabeza, en la que aparecía invertida, y que esa segunda pantalla era el ocular de un rudimentario periscopio, construido, por decirlo así, con dos cajones ensamblados en ángulo obtuso, el más largo tendido como un tubo fuera de la garita, encima de mi cabeza y a mis espaldas, hacia una ventana desde la cual, claramente por un juego interno de lentes que le permitía abarcar un amplio ángulo de visión, captaba las imágenes del exterior».

Umberto Eco. Op. Cit.

El proceso mundial de homogeneización/fragmentación operado por el neoliberalismo ha barrido con las antiguas evidencias del Poder y las ha reordenado o suplantado por nuevas. Entre las víctimas de esta nueva guerra mundial están el Estado Nacional y la tríada sobre la que descansó su supervivencia, esto es: mercado interno, lengua y cultura nacionales, y clase política local. Para mantener, fortalecer y hacer crecer estos tres aspectos, los Estados Nacionales se apoyaron en policía y ejército, en gobiernos, instituciones y leyes, en medios de comunicación e intelectuales, en fin, en todo lo que fue la esencia del Estado moderno.

Fue, ya no más.

El complejo proceso de globalización visto como lo que es, como una guerra de destrucción/reordenamiento, hace saltar en pedazos los mercados internos, tiende a diluir dentro de una homogeneización brutal las lenguas y culturas nacionales, y se empeña en desplazar y destruir las clases políticas locales.

Con las crisis liquidadoras de los tres fundamentos de los Estados Nacionales, entran en crisis sus apoyos: ejército, policía, gobierno, instituciones, legislaciones, medios de comunicación, intelectuales.

Los huecos dejados por estas crisis aniquiladoras no permanecen vacíos. «La mundialización financiera ha creado, por otra parte, su propio Estado. Un Estado supranacional que dispone de sus aparatos, sus redes de influencia y su medios de acción. Se trata de la constelación formada por el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y la Organización Mundial del Comercio (OMC).» (Ramonet, Ignacio. «Desarmar los Mercados». Le Monde Diplomatique. Dic. 1997 #525.)

Las hiperbombas financieras, detonadas a conveniencia del Poder global, han devastado la superficie política, cultural y económica de las naciones del mundo. El recuento de daños suma desempleados por millones, guerras múltiples en microrregiones, destrozos definitivos en el hábitat natural, explotación de mano de obra infantil, incontables muertes por miseria, millones de vagabundos en busca de mejores condiciones de vida, y matanzas como la de Acteal.

Pero también entre los antiguos «de arriba» hay bajas. Los agonizantes Estados Nacionales arrastran consigo a los viejos poderes políticos y económicos. A las quiebras masivas de empresas se agregan los derrumbes de clases políticas enteras.

La lógica de la globalización neoliberal no es sólo económica, también es política. La imposición de una economía transfronteriza no es sólo una apertura forzada de la capilaridad de los mercados nacionales, es también (y sobre todo) un combate contra el responsable del surgimiento y protección de estos mercados, el Estado Nacional. La homogeneización de la economía corre paralelo a la fragmentación y pulverización de la política «vieja», y a su relevo por una clase política «moderna».

De los antiguos poderes dominantes quedan restos desordenados del complicado rompecabezas que los mantuvo arriba por décadas. Un caos de intereses, y de personajes que representan esos intereses, deambula por los cada vez más estrechos pasillos de los Poderes nacionales. Los políticos de antes son remplazados por nuevos modelos: políticos con mil caras…

III.- La Nueva Política y sus Detentadores. Las 7 caras de los políticos profesionales.

«When I use a word», Humpty Dumpty said, in rather a scornful tone, «it means just what I choose it to mean -neither more nor less».
«The question is», said Alice, «whether you can make words mean so many different things».
«The question is», said Humpty Dumpty, «which is to be master -that’s all.»

«Through the looking-glass. And what Alice found there».

Lewis Carroll.

Al mismo tiempo que los Estados nacionales son destruidos, el Estado Mundial se consolida. Pero éste no necesita a sociedad alguna, puede prescindir de ella porque el Poder del que es depositario es el otorgado por los mercados financieros y las hiperempresas. En lugar de ciudadanos electores, las bolsas de valores conceden la legitimidad necesaria y única: la del poder económico.

Así las cosas, el Estado Mundial necesita, y produce, políticos nuevos para conducirlo. Políticos no-políticos (puesto que el fundamento social de la política, el ciudadano, ha sido eliminado) que son una especie de mutantes cibernéticos capaces de varias funciones (previa programación según el software neoliberal, of course). Estos no-políticos se «producen» en los centros de «alta» educación tecnócrata (Oxford, Harvard, Yale), y se exportan a los diferentes países para completar la destrucción de los Estados Nacionales. Para esto, deben tener…

La cara Uno: El Político-Empresario.- En el Estado «Nacional» moderno la política es fundamentalmente economía de mercado. El país debe ser concebido como una empresa más o menos grande y debe manejarse como tal. Los planes políticos se asemejan a presupuestos de inversiones y cálculos de costos y ganancias. La llamada «administración pública» cada vez es más administración y menos pública.

Como en una empresa, lo más importante es la productividad, la máxima ganancia al mínimo costo. A este criterio se subordinan programas sociales, aperturas y cerrazones políticas, relaciones internacionales, alianzas y pactos nacionales, ascenso o descenso del «éxito» político, planes gubernamentales y procesos electorales.

Para el Político-Empresario los ciudadanos no son más que empleados y los funcionarios públicos son capataces con mayor o menor poder de decisión. La Nación y sus prioridades son valoradas con criterios de «mercadotecnia moderna»: vale el que vale como productor/consumidor. Y el que no vale, puede y debe ser desechado, eliminado.

La cara Dos: El Político-Abogado.- Para la globalización económica, la estructura legislativa del antiguo Estado Nacional se convierte en camisa de fuerza y obstáculo a vencer.

Por lo regular, las legislaciones nacionales responden a una triple vertiente. Por un lado la histórica, que recoge el pasado de la Nación y que consiste en una asimilación jurídica de ese pasado. Por otro lado la que incorpora las luchas populares y sus exigencias, y regula, a través de normas jurídicas, la satisfacción de esas demandas y/o su redefinición. En un tercer nivel, se refiere a las formas jurídicas con que las clases políticas dominantes «legalizan» su poder y legitimidad.

Pero esta estructura jurídica, cohesionadora primaria del Estado Nacional, es un obstáculo legal para poder operar la disolución de las naciones que la globalización supone y necesita. Así que el neoliberalismo rompe con ese corpus legal y se confecciona uno a la medida. En nombre de la «libertad de comercio» se abrogan las legislaciones «nacionales» en educación, derecho laboral, medio ambiente, salud pública, tenencia de la tierra, uso de los recursos naturales, migración, etcétera. Para esto se crean instrumentos jurídicos supranacionales. ¿Un ejemplo? En la OCDE se negocia a escondidas, desde mayo de 1995, el Acuerdo Multilateral Sobre las Inversiones (AMI), para ser firmado en 1998 por los países miembros. Este Acuerdo da a los inversionistas poderes grandes frente a los gobiernos en materia de inversión, contratación y manejo de las ganancias.

Por esto, el político «moderno» deber ser, también, un abogado de los dineros internacionales, un abogado del diablo.

La cara Tres: El Político-Publicista.- La «explosión de los mercados» no va sola. Es acompañada por la «revolución tecnológica» y por la consiguiente creación de las superautopistas de la comunicación. Por medio de la una y a través de las otras, el espacio público es invadido por el mercado y sus referentes: compra, vende. Así que la política moderna se ejerce como «publicidad global».

El líder político es fabricado por la publicidad. Hombres grises y mediocres simulan estaturas de estadistas (como Ernesto Zedillo en México) gracias a técnicas publicitarias y teatrales. La «legalidad» (que no la legitimidad) del gobernante depende cada vez más de la máquina publicitaria, tan caprichosa como el mercado al que sirve. Un escándalo bien manejado puede destrozar una carrera política o encumbrarla, incluso en tiempos alternantes (véase Clinton y el remis de «Deep Throat» montado en la Sala Oval de la Casa Blanca). Reducida la política a una cuestión de mercado, es decir, de intercambio de mercancías, el político debe manejar las técnicas publicitarias.

La cara Cuatro: El Político-General.- La Política, como desde su inicio en la historia de la humanidad, es sobre todo el ejercicio de la violencia organizada. Por eso el político moderno es también un General. Si ayer la «Nación» era el argumento para las guerras, ahora es la «ORDENADA libertad» (con el aclarativo «de mercado» cuidadosamente simulado). El asesinato en masa y la destrucción son también «medios publicitarios» de mercadotecnia. Estados Unidos es ejemplar en esto. En México, Acteal y la guerra que contra los pueblos indios lleva adelante Zedillo, le han ganado el aplauso de comentaristas de televisión, revistas de intelectuales, cúpulas empresariales, el alto clero y juristas decadentes.

Los monstruos que provocan estos «generales» poco o nada tienen que ver con «EL ORDEN». El desorden es la norma, y el caos es cuidadosamente administrado por una economía mundial que sigue teniendo en el mercado bélico un importante soporte. Después del fin de la tercera guerra mundial (o «guerra Fría»), los gastos en armamento se reducen en todo el mundo. Pero a partir de 1994 vuelven a repuntar: En Medio Oriente pasa de 11,9 miles de millones de dólares a 15,3 en 1996. En el Oriente Asiático de 7,0 a 8,9. En América Latina de 0,8 a 1,6. En el Sudeste Asiático de 0,9 a 1,4. En la ex URSS de 0, 1 a 0,3. Sólo en Europa Occidental-OTAN decrecen de 9,3 a 8,5.

El Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) declaró que en 1996 el mercado mundial de material militar aumentó en 8%, y llegó a 39,9 miles de millones de dólares. En 1994 ya había crecido en 13%. Todo esto después de haber caído, de 1987 a 1994, en menos 61,5% (Courier International #366. Nov de 1997). En lo que se refiere a los principales vendedores de armamento en 1996: EU tiene el 42,6% del mercado mundial, el Reino Unido el 22,1%, Francia el 14,1%, Rusia el 8,6%, Israel el 3,3%, y China el 1,5%. A partir de 1990 suben EU, Reino Unido y Francia. Cae la ex URSS y se mantienen China e Israel (Ian Black y David Fairhall en «The Guardian», Londres, UK, 1997).

La cara Quinta: El Político-Embajador.- Rotas las fronteras para los capitales y redefinido el mercado como amo supremo, la internacionalización del quehacer político obliga a los políticos modernos a desempeñarse más como agentes viajeros, duchos en idiomas extranjeros y diplomacias de salón. El político moderno no tiene nacionalidad definida ni más idiosincrasia que la del mercado. Es norteamericano en Estados Unidos, y en América Latina, y en Europa, y en Asia, y en Africa, y en Oceanía. Su patria única es Wall Street, su color el verde dólar, piensa en inglés y vive al ritmo de los índices Dow Jones y Nikkei.

La cara Sexta: El Político-Historiador.- En el neoliberalismo la Historia se recicla para negarse y provocar arrepentimiento. En el globalizado sacrificio de las utopías se incluye la quema de banderas de rebeldía y se abrazan las del cinismo y el conformismo. El Saber se recicla y recicla sus «sacerdotes». La nueva verdad, la de los mercados financieros, necesita nuevos profetas. El nuevo político es también un historiador, pero en sentido inverso. Para él sólo el presente tiene valor y el pasado debe ser visto como el responsable de todo lo malo que ocurra. «La verdadera historia», nos dice y se dice el neo-político, «empieza conmigo».

La cara Séptima: El Político-Todólogo.- Invadido el todo social por la lógica del mercado, y convertido el político en el «conductor» de esa invasión, sus «conocimientos» deben abarcar todo, por eso se sienten con capacidad para opinar de todo. Y si una parte de ese «todo» no es traducible en términos de mercadotecnia, entonces esa parte no merece atención siquiera…

Estas son pues las 7 caras del político moderno. ¿Le interesa el puesto? No se requiere inteligencia alguna (Menem en Argentina, Fujimori en Perú, y Zedillo en México lo demuestran). Basta con obedecer a los mercados…

IV.- La Vieja Política y sus cadáveres vivientes.

«Miremos a donde miremos han desaparecido buena parte de las siluetas de lo que sabíamos y en lo que creíamos, como si el «sky line» memorizado de ideas y proyectos sociales se hubiera esfumado y nos hubiéramos quedado sin imaginarios fundamentales de una cultura que no hace mucho tiempo llamábamos progresista por oposición a la cultura reaccionaria».

Manuel Vázquez Montalbán. «Panfleto desde el planeta de los simios».

La política antigua, la de principios y programas, se autoinmola en el altar del mercado global. Ahora es el libre juego de la oferta y la demanda el que determina la orientación ideológica de los «modernos» partidos políticos. Tener una buena mercancía para competir frente a otras en la «preferencia del consumidor» es lo que importa. La propuesta política pasa a ser una trivia consumible, digerible y desechable. Cada vez menos ciudadanos conocen la historia, principios y programas de las organizaciones políticas. Cada vez más las diferentes ofertas lo son en tanto que son distintos los personajes (muchas veces ni eso, como lo demuestra el PRD mexicano). Las propuestas políticas no son tales, son opiniones y posturas respecto a situaciones coyunturales. Tienen, por tanto, la constancia de una veleta de viento en medio de una tormenta. Como en un tiovivo de una feria pueblerina, la derecha se hace centro e izquierda, la izquierda se derechiza y centra. Montado en la figura de su gusto, el ciudadano pasa por todo el espectro ideológico.

La política moderna se hace, cada vez más, asunto de elite. Y su ejercicio supremo en quehacer de una elite de elites. La sociedad pasa de actor eventual a espectador constante.

Pronto la «política» ciudadana se ejercerá por telecomunicación. Frente a una computadora el ciudadano manifestará su «voto», es decir, su aval. Nada de calles cerradas, nada de movilizaciones, nada de mítines, nada de tomas de edificios, nada de disturbios que, como su nombre lo indica, sólo disturban los mercados, es decir, la «Nación». El ciudadano escogerá una opción política como escoge una mercancía en un supermercado, pero desde su domicilio.

Lo existente abruma y derrota a lo necesario. Las encuestas y estadísticas conducen los planteamientos políticos, tal y como antes lo hacían los análisis históricos y las convicciones ideológicas. Ya no más la transformación de la reflexión histórica en teoría política y de ésta en principios y programa de lucha. Ahora lo «moderno» es la traducción del estudio de mercado en programa de mercadotecnia, y de éste en campaña publicitaria.

La atrofia es vertiginosa. El aparato partidario se vuelve omnipotente y arrolla a la filosofía política, la propuesta de transformación/conservación de las relaciones sociales y las definiciones frente al espectro político. En este sentido, la política más «moderna» se da en tierras mexicanos.

Una amnesia crónica afecta a las organizaciones políticas en todo el mundo. Si alguien menciona al pasado, debe hacerlo con una mezcla de condena, vergüenza y arrepentimiento. El «no lo vuelvo a hacer» es el máximo y único axioma de la reflexión histórica moderna.

Pero los «olvidos» históricos presentarán, más temprano que tarde, su factura. Al igual que en la economía, no hay el «fair play» de la libre concurrencia en el mercado político. El Poder «juega» a favor de sus afines y en contra de sus rivales. El código básico cultural contiene elementos fijos (por ejemplo: izquierda = revolución = violencia = caos = catástrofe). El «bien de elite» se metamorfosea en «bien común». La conservación del Poder se iguala a consolidación de avances, seguridad y desarrollo. Otra vez México demuestra ser el alumno más aventajado de las lecciones neoliberales de «política».

La democracia social participativa ha sido arrollada por la democracia política profesional y privatizada. La Razón de Estado es, al final, la Razón del Mercado. Esta tolera y alienta la doble moral de un doble discurso: «digo lo que no hago/hago lo que no digo». A falta de realidad que corresponda al discurso político-social del Poder, los medios de comunicación construyen una nueva realidad y con ella delinean el «Mercado Social» de los Estados modernos. El poder de los medios de comunicación, señaladamente los electrónicos, es, por decirlo de alguna manera, todavía más poderoso.

Las tan aducidas (y tan violadas) libertades de las «democracias modernas»: expresión, reunión y asociación, se redefinen ahora según la lógica del mercado mundial. Pero las únicas libertades son las de compra-venta que, como es obvio, son bastante selectivas, excluyen a la mayoría y conforman el quehacer político (fuera del propiamente electoral, es decir, la mayor parte del tiempo) como asunto de unos cuantos, los más poderosos.

V.- Las corrientes subterráneas de la resistencia crítica.

«Ahora teníamos a toda la modernidad recorrida por laboriosos topos que perforaban el subsuelo espiando el planeta por debajo».

Umberto Eco. Op. Cit.

Dice el escritor portugués José Saramago que «al contrario de lo que generalmente se pretende hacer creer, no hay nada más fácil de comprender que la historia del mundo, aunque mucha gente ilustrada todavía se empeñe en afirmar que es demasiado complicada para el rudo entendimiento del pueblo».

El miedo neoliberal a la Historia no es tanto a su existencia (al fin y al cabo los pobres también existen y pueden ser ignorados), sino a que se conozca, a que se aprenda de ella.

Para evitar esto, la Historia es secuestrada por esa «gente ilustrada» y maquillada adecuadamente, de modo de hacerla irreconocible para los de abajo.

El secuestro de la Historia por las elites es para «remodelar» su consumo de modo que se escamotee al ser humano su patrimonio fundamental: la memoria.

En la nueva «historia mundial», el presente derrota al pasado y sujeta al futuro. El hoy es el nuevo tirano, a él se le rinde pleitesía y obediencia.

Pero, en todo el mundo, topos de todos los colores y tamaños hurgan la Historia oculta y encuentran y entienden. Cada tanto estos topos emergen y abren boquetes de luz subterránea que iluminan en la superficie los grises del caos neoliberal.

Además de intentar matarlos, el Poder globalizado adiestra a sus «pensadores» para aislar a estos topos de la historia. Los intelectuales modernos determinan, con oscuros juicios y jurados, la banalización y descalificación del pensamiento crítico. «Poesía, utopía, mesianismo», son los cargos más recurrentes. ¿La condena? La persecución y la calumnia.

Es de entender, la emergencia constante de estos topos coincide escandalosamente con la aparición de movilizaciones sociales. Y éstas desafían el orden establecido porque también desafían el quehacer político moderno. Los «intrusos» de la política acechan detrás de cada rincón de la historia.

Contra la política moderna, y con la Historia como bandera, la sociedad civil en el mundo se empecina en resurgir una y otra vez. Destella y se sumerge de nuevo para, otra vez, reaparecer.

La Fénix se rehace en el nido de la Historia…

VI.- La Inconformidad como ruta (llave tercera).

«Que ella gritó: ¡cuán verdadero par
Parece este uno concordante!
Amor tiene razón, razón ninguna,
Si así pueden quedar las partes.»

El Tórtolo y Fénix.
William Shakespeare

(llave sexta).

La Mariya (tojolabal, 4 años y un Coeficiente Intelectual de 180 -que la descalifica para la política moderna-) ha triunfado en la competencia de tiro con tiradora. Derrotó a 3 varoncitos (de las 6 personas que estábamos presentes). Los niños, imagino que por la edad (Húber de 4 años, Andrés de 3 y Andulio de 6), no se sienten heridos en el sentimiento machista del que tanto nos enorgullecemos los zapatistas. La mar levanta en hombros a la Mariya y declara solemnemente el triunfo del poder femenino. Yo soy el Sup, así que salgo en defensa de los machitos y alego que fue caballerosidad y no mala puntería lo que dejó fuera a «mis muchachitos». «¡El premio!», gritan al mismo tiempo la mar y la Mariya. Yo ya no tengo dulces así que, a cambio, ofrezco…

EL CUENTO DEL SAPITO INCONFORME

«Había una vez un sapito que no estaba conforme con su ser sapito y que quería ser cocodrilo. Entonces fue al pantano a buscar al cocodrilo y le dijo: «Yo quiero ser cocodrilo». El cocodrilo le contestó: «No puedes ser cocodrilo porque de por sí eres un sapito». «Sí -dijo el sapito-, pero yo quiero ser cocodrilo. ¿Qué necesito hacer para ser cocodrilo?» El cocodrilo le dijo «No hay que hacer nada, uno nace cocodrilo y así es de por sí, un cocodrilo es un cocodrilo». El sapito le dijo: «Pero yo no quiero ser sapito, yo quiero ser cocodrilo. ¿Usted sabe en dónde o con quién me puedo inconformar por ser sapito y que me dejen ser cocodrilo?» «No sé, tal vez el búho sepa», respondió el cocodrilo. Y entonces el sapito fue a buscar al búho en el bosque. Ahí se encontró con otro sapito y le preguntó por el búho. «Ese sólo trabaja de noche -le respondió el otro sapito-, pero ten cuidado cuando hables con él porque el búho come sapitos». Entonces el sapito esperó a que llegara la noche y mientras esperaba se hizo una su fortificación para protegerse de los ataques del búho. Puso una piedra encima de otra y así hasta que se hizo una pequeña cuevita y ahí se metió. Cuando llegó la noche también llegó el búho, y el sapito, desde dentro de su cueva le preguntó: «Señor búho, ¿usted sabe con quién o dónde me puedo inconformar por ser sapito y exigir que me dejen ser cocodrilo que es lo que yo quiero ser?». «¿Quién me habla y de dónde?», preguntó a su vez el búho. «Yo soy y aquí estoy», respondió el sapito, y el búho se abalanzó para cogerlo con sus garras, pero como el sapito estaba dentro de la cueva, el búho sólo agarró una piedra y se la comió pensando que era un sapito lo que comía. Entonces el peso de la piedra hizo que el búho se cayera al suelo y que mucho le doliera la barriga. «Ay, ay -decía el búho-, ayúdame a sacarme esta piedra de la panza porque si no no puedo volar». El sapito le dijo que le ayudaría sólo si le respondía su pregunta. «Ayúdame primero y luego te respondo», le dijo el búho. «Naranjas -dijo el sapito-, primero dime, porque si te ayudo a sacar la piedra primero entonces me vas a comer y ya no me vas a responder».

«Bueno -dijo el búho-, te voy a responder: con el que tienes que inconformarte es con el león, él es el rey y sabe por qué cada quién es cada cual. Ahora ayúdame a sacar la piedra». «Never de limón la never -respondió el sapito-, porque si te saco la piedra te vas a seguir comiendo sapitos». «Ahí está -dijo el búho-, de balde te quieres inconformar, todavía te preocupas de los sapitos y tú ni siquiera quieres ser sapito». Pero el sapito no le hizo caso y se fue a buscar al león.

El león vivía en una cueva y el sapito pensó que no fuera a ser que el león comiera sapitos y tuvo una idea. Se mojó en un charquito y se revolcó en la tierra y así quedó disfrazado de piedrita. Cuando el león salió de su cueva, el sapito le dijo «Señor Rey León, vengo a inconformarme porque soy un sapito y yo quiero ser un cocodrilo». «¿Quién me habla?», preguntó el León. Y el sapito le respondió «Yo soy». «Pero tú eres una piedrita, ¿qué es toda esa historia de sapitos y cocodrilos?», le dijo el León. «Pues vengo a inconformarme porque uno no es lo que quiere ser sino lo que de por sí es», dijo el sapito. «Así es de por sí -dijo el León-, uno es lo que es y no puede ser otra cosa. Lo único que se puede ser es ser bien lo que uno es», dijo el León bostezando filosóficamente. En eso empezó a llover y el lodo que cubría al sapito se lavó y se vio claro que era un sapito y no una piedrita. El sapito no sabía si los leones comen sapitos y mejor se fue saltando de regreso a su charca.

Muy triste iba el sapito, brinca brincando, porque uno es lo que es y no puede ser otra cosa y porque lo único que puede ser es ser bien lo que uno es. Tristeando en eso que pensaba, llegó el sapito a su charca y rápido fue a buscar al cocodrilo. Cuando llegó al pantano no encontró al cocodrilo. Lo buscó por todos lados y no lo encontró. Le preguntó a los otros animales y éstos le respondieron «¿No sabías? Al cocodrilo lo encontró un cazador y ahora es un par de zapatos y una bolsa de piel de cocodrilo…» El sapito quedó pensando y, cuando todos pensaban que iba a decir que qué bueno que no era cocodrilo y qué bueno que era sapito, exclamó: «¡Eso es trascender el ser animal y no fregaderas!». Y se puso a estudiar y a practicar para ser un buen cocodrilo. Parece que lo hizo bastante bien y logró engañar a un cazador.

Dicen que el sapito es ahora un monedero carísimo. «Es de piel de un cocodrilo muy especial», dice la señorona que lo compró.

Moraleja: Del tamaño del sapo es la pedrada. Tan-tan.»

La Mariya se aburrió y se fue cuando el sapito apenas iba a ver al búho. La mar se ha quedado (no le queda otro remedio) hasta el final del cuento.

-Ya cálmate Esopo-, se burla.

Soy un incomprendido, no cabe duda.

VII.- ¿Un mañana gestándose en la profundidad?

«¡Me parece evidente! El que trama, si trama, lo hace por debajo, no a la luz del sol. Eso se sabe desde el principio de los tiempos. El dominio del mundo significa el dominio de lo que hay debajo. De las corrientes subterráneas».
Umberto Eco. Op. Cit.

Finalmente me parece que el Viejo Antonio tiene razón cuando dice que hay debajo de nosotros un mundo mejor que el que padecemos, que la memoria es la llave del futuro, y que (agrego yo) la Historia no es más que un periscopio invertido…

 

Desde (debajo de) las montañas del Sureste Mexicano.

Subcomandante Insurgente Marcos

Planeta Tierra, Febrero de 1998.

P.D.– Las llaves cuarta, tercera y sexta abren puertas que sólo la mar conoce. Vendrán más llaves y más puertas…

 

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1 Comentario »

  1. Estoy leyendo este texto hoy 28 de julio de 2015 y su vigencia se ha profundizado. Está tan claramente explicado el proceso de globalización que leerlo es mirar el cuadro que nos rodea. Lamentablemente, todo lo que se dice ha pasado, ac;a en mi tierra hemos sufrido a Menem y su prolija ejecución de los deberes que le impuso el Consenso de Whasington, en sus discursos no existía la memoria, el enemigo se había diluido y nadie era responsable de la situación a la que habíamos llegado, los de arriba y los de abajo somos todos hermanos y el futuro era nuestro…Este cuento de hadas terminó en lo que terminan las políticas neoliberales en todo el mundo: más pobreza, más desiguadad, más injusticia, más dolor, más muerte…pero esto no es para todos eh!! esto sólo para los de abajo. Este personaje cumplía acabadamente con las 7 caras. Las reformas estructurales que produjo su gobierno dejaron huellas irreversibles enla sociedad, al menos por mucho tiempo. El mercado ha subsumido al estado y ahí sólo caben clientes y consumidores, el resto, no importa.

    Comentario de Hilda Imas — julio 28, 2015 @ 7:39 pm

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