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Palabra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Ago301996

A la sociedad civil: Lo que nos hace diferentes es nuestra propuesta política

Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

México, 30 de agosto de 1996.

A: La Sociedad Civil

Nacional e Internacional.

De: Sup Marcos.

Señora:

No sé si se acuerda de nosotros. Nos conocimos en enero de 1994. Desde entonces usted y nosotros hemos intentado encontrarnos, hablarnos y escucharnos. No ha sido fácil, es cierto. Muchas veces en lugar de encuentros hemos tenido desencuentros. Pero… ¿se acuerda usted de aquel 12 de enero, cuando usted se puso brava e impuso ese cese al fuego del que ahora el gobierno se enorgullece como «muestra de su madurez política». ¿Y qué tal cuando los diálogos de Catedral, en San Cristóbal? Sí, cuando los cinturones de paz. ¡Ah!, y las caravanas. Después el delirio de aquel 8 de agosto en la CND en el Guadalupe Tepeyec hoy ocupado por los militares. Y luego, a pesar de los «errores de diciembre» y la campaña en prensa, usted volvió a sacudir todo en el febrero de 1995 y sentó al gobierno a dialogar. ¿Recuerda la consulta? ¿Y la respuesta nuestra a la consulta? Después cuando la invitamos a sentarse en San Andrés en la mesa 1, el Foro Nacional Indígena y los arcoiris pintando el suelo. Y, más acá, el encuentro continental americano, la mesa 2, el foro especial y, hace poco, el encuentro intergaláctico. ¿Ya se acordó usted? Sí, somos los zapatistas. ¿Hay algo, señora, que le hayamos dicho y que no hayamos cumplido?

Algo tenemos que agradecer a la aparición del EPR y al escalamiento ascendente de sus acciones propagandísticas y militares. Ya quedó claro que lo que hace diferente a los zapatistas de las otras organizaciones políticas no son las armas y los pasamontañas. Lo que nos hace diferentes es nuestra propuesta política. Las organizaciones políticas, sean partidos de derecha, centro, izquierda o populares y revolucionarios, buscan el poder. Unos por la vía electoral, otros por la mentira y el fraude, otros por la vía de las armas. Unos y otros se declaran nuestros dirigentes y nos invitan a seguirlos y apoyarlos para que retengan el poder, para que lo releven o para que lo tomen. Unos y otros prometen que nos resolverán el futuro o nuestra satisfacción.

Nosotros no. No queremos que otros, más o menos de derecha, más o menos de centro, o más o menos de izquierda, decidan por nosotros. Nosotros queremos participar directamente en las decisiones que nos atañen, controlar a nuestros gobernantes, sin importar su filiación política, y obligarlos a «mandar obedeciendo». Nosotros no luchamos por tomar el poder; luchamos por democracia, libertad y justicia. Nuestra propuesta política es la más radical que hay en México (y tal vez en el mundo, pero es pronto para decirlo). Es tan radical que todo el espectro político tradicional (derecha, centro, izquierda y los otros de uno y otro extremos) nos critican y se deslindan de nuestro «delirio».

No son las armas las que nos dan radicalidad; es la nueva práctica política que proponemos y en la que estamos empeñados con miles de hombres y mujeres en México y en el mundo: la construcción de una práctica política que no busque la toma de poder sino la organización de la sociedad. Intelectuales y dirigentes políticos, de todos los tamaños, de la ultraderecha, de la derecha, del centro, de la izquierda y de la ultraizquierda, nacional e internacional, nos han criticado este despropósito. Somos tan radicales que ni siquiera encontramos acomodo en los parámetros de la «ciencia política» moderna. No nos estamos presumiendo, señora; sólo señalamos un hecho. ¿Hay algo más radical que pretender cambiar al mundo? Usted lo sabe porque comparte con nosotros este sueño y porque, la verdad sea reiterada, lo estamos soñando juntos.

Ahora ellos nos quieren meter en un callejón sin salida digna. Quieren que aceptemos humillaciones de los racistas que se disfrazan de delegados gubernamentales. Quieren que aceptemos limosnas y que sigamos en el papel de limosneros. Quieren que hagamos del diálogo y de la paz una pantomima. Quieren que aceptemos el papel de «buenos» en contra de los «malos». Quieren que nos vendamos. Quieren que nos rindamos. ¿Quiénes «ellos»? Ellos, señora, los mismos que la quieren engañar a usted todos los días y que ahora le prometen el terror y el orden para dar tranquilidad a sus mercados financieros.

Señora, ¿tenemos razón en sentirnos solos ahora? Todas esas fuerzas, políticas y sociales, las personalidades y dirigentes, que aceptaron nuestra invitación a construir juntos y en paz un país nuevo, ahora caminan sin nosotros y por otros lados. ¿Dejamos de ser útiles? ¿Ya no servimos? Sea. Como quiera tenemos la satisfacción de haber abierto espacios nuevos de discusión y pensamiento en México y en el mundo. No es poco lo logrado hasta ahora a nivel nacional e internacional, y ha sido posible por usted, señora. Si ahora ya se acabó nuestro tiempo, pues que así sea.

Pero siga usted adelante, no les crea a esos que le ofertan conformismo y miedo. Y no olvide, señora, sobre todo no olvide.

¿Sabe qué? Justo ahora me recuerdo que yo le debo tres definiciones (¿o eran cuatro?). La andante caballería manda que las deudas se paguen, sobre todo cuando la línea de crédito está a la baja. Así que ahí le van:

Federales: El gobierno tiene soldados. El pueblo indígena tiene soldados. Son de piel morena los soldados del gobierno. Morenos son los soldados indígenas rebeldes. Parecen los mismos, los soldados del gobierno y los indígenas en armas. Pero los soldados del gobierno disparan para abajo, a donde están los nuestros. Los indígenas rebeldes disparan para arriba. No para matar gobiernos, dicen. Para que despierte la historia, gritan.

Jodidos: Los más poderosos de los poderosos practican una democracia curiosa, la democracia del desprecio. Para ellos no hay indios o mestizos, blancos o morenos. Para los poderosos, los otros tienen un sólo nombre: jodidos.

Uno: Uno no siempre es uno. Uno es, unas veces, tres: uno el que fue, uno el que es, uno el que puede ser. Uno es, otras veces, lo que los demás quieren que uno sea. Hoy, uno no es ninguno. En el mañana que soñamos nosotros uno será uno.

Cumplido, pues.

Disculpe usted, amable señora, si la carta me ha salido con alguna de esas cursilerías que tanto desesperan a mis críticos literarios (que los hay buenos) y a los revolucionarios serios. Es que, sabe usted, resulta que al Olivio se le ponchó su balón de futbol y se entercó en que quería reponerlo con esa luna que, allá arriba, rueda sin nadie que le haga siquiera una caricia. Así que me subí a la Ceiba ayudado del humo de la pipa y, ya arriba, y viendo cómo hacía para alcanzarla, se me ocurrió que, tal vez, alguien más, en ese preciso instante y en otro lugar, estaba también mirando esta luna llena y entonces comprendí que la luna, como el mañana, no es de nadie y es de todos. Así se lo comuniqué al Olvido, gritándole desde arriba y haciéndole señas. Fue inútil, porque mientras yo subía a la Ceiba, el Olivio aprovechó para robarse unos dulces que yo tenía y se huyó con la misma habilidad de Carlos Salinas de Gortari. ¿No le digo? Yo siempre he pensado que ese niño tiene madera para presidente de la República o, lo menos, para hermano de Presidente.

¿En qué estaba yo? ¡Ah, sí! Se fue el Olivio y yo me quedé acá arriba, fumando y esperando, soñando que sea otra nube que está allá, más arriba, se recuesta conmigo a aliviarme el deseo y la asfixia…

Bueno, señora, no la molesto más. Sólo quería decirle eso que ya dije antes y recordarle que aquí estamos, que somos los mismos y que, reitero, detrás de nosotros estamos ustedes.

Vale. Salud y, sabe usted, para bailar y para amar sólo se necesita una pareja y una tonadita. Lo demás, créamelo usted, es más bien adorno prescindible. Por cierto, ¿me concede esta pieza?

Desde lo alto de alguna ceiba en las montañas del Sureste Mexicano.

El Sup negándose a reconocer que no sabe cómo bajarse..

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